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Sekito Kisen

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Sekito (Shih-t´ou Hsi-ch´ien) se caracteriza sobre todo por su inteligencia y por su aspecto sereno. Fue discípulo de Seigen Gyoshí (Ch´ing-yüan Hsing-ssu) y está en relación directa con Eno, el sexto patriarca, a quien conoció cuando aun era muy joven. Sekito recibió la ordenación en el templo de Rafuzan a los veintiocho años.

En cierta ocasión el maestro estaba leyendo el Tratado de Seng-chao cuando, al llegar al pasaje que dice “¿Solo el sabio comprende la miríada de las cosas en si mismas?”, golpeo la mesa y dijo: “Para el verdadero sabio todo carece de yo sin embargo, nada carece de Yo. El cuerpo del Dharma no posee forma alguna. ¿Quién puede hablar de uno mismo y de los demás? El espejo redondo lo refleja todo claramente y en el se manifiestan espontáneamente las maravillosas formas de las diez mil cosas. El conocimiento y sus objetos no son uno ni dos. ¿Quién podría decir que viene o que va? ¡Cuan ciertas son las palabras de esta escritura!”. Luego el maestro enrolló el manuscrito y cayó dormido soñando que estaba cabalgando con el sexto patriarca (chino) a lomos de una tortuga que nadaba en un profundo lago. Cuando despertó, el maestro reflexionó atentamente sobre le sueño y llegó a la conclusión de que la tortuga era la sabiduría y el lago el océano de la naturaleza esencial. Asi pues, el y e el patriarca estaban cabalgando sobre la maravillosa sabiduría que nadaba en el océano de la naturaleza esencial. Mas tarde escribió el conocido tratado Tsán t´ung ch´u “Identidad de lo relativo y lo absoluto”.

Sekito es el autor del San do kai, pero también compuso un poema muy famoso, “Canto de la choza de tejado de paja” que evoca zazen con fuerza:

He construido una ermita de paja en la que no hay nada de valor.
Después de comer me relajo y echo un sueñecito.
Cuando la choza quedo terminada, aperecioron las malas hiervas.
Ahora se han instalado y lo cubren todo.
El hombre vive apaciblemente en la ermita,
Sin trabas ni interiores ni exteriores.
No quiere vivir donde vive la gente vulgar
No le gusta lo que le gusta a la gente vulgar.
A pesar de que la choza sea pequeña, contiene todo el universo.
En diez pies cuadrados un viejo ilumina
Las formas y su esencia.
Un bodhisattva del Gran Vehiculo tiene fe absoluta.
Los hombres vulgares no pueden dejar de dudar:
¿Esta choza perecerá o no?
Perecedera o no, el maestro original esta presente
Y no reside ni en el norte ni en el sur ni en el este ni en el oeste.
Enraizado en la perseverancia, esto no puede superarse.
Un ventana brillando sobre los pinos verdes no puede compararse
Ni a los palacios de jade ni al as torres de plata dorada.
Permanecer sentado con la cabeza cubierta, todo permanece en reposo.
Ahí, este monje de las montañas no comprende nada de nada.
Vive allí donde esta y ya no hace esfuerzos para liberarse.
¿Quién podría con orgullo disponer de puestos para seducir a discípulos?
Dirigid vuestra luz hacia el interior y dad media vuelta.
No se puede ni afrontar ni evitar la fuente infinita e inconcebible.
Id a ver a los viejos maestros y sed íntimos con su enseñanza. Trenzad las hierbas para construir una
choza y no renuncies nunca.
Dejad pasar los siglos y relajaos completamente.
Abrid las manos y andad inocentemente.
Los miles de mundos y la infinitud de los conceptos existen
Solo para liberarlos de vuestras trabas.
Si queréis conocer lo inmortal bajo la choza,
Aquí y ahora no escapéis de este saco de huesos.