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Samsara no es sino Nirvana…

Pedro San José

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Shiki fu i k¯u.                                  Forma no es sino Vacío.

K¯u fu i shiki.                                   Vacío no es sino forma.

Shiki soku ze k¯u.                                         Forma es Vacío.

K¯u soku ze shiki                                          Vacío es forma.

Lo que es forma es igual a vacío

Lo que es vacío es igual a forma

He trabajado en el silenciamiento de la forma, que es desnudar toda forma de interpretación o de existencia separada para entrar en conexión con el fluir de los fenómenos. Quizás al hacer esto he querido percibir “la experiencia de vacío” como una experiencia nueva, diferente, que me hará alcanzar una sabiduría esencial sobre la existencia. Quizás, o ciertamente para mejor decir, he caído a menudo en eso que Nagarjuna llama “creencia del Vacío”, que es equivalente a mi creencia de un Dios-misterio, quien estando presente en el mundo, siendo el punto origen, el Creador, el alimento original de toda forma, necesito, mi yo individual necesita, que tenga existencia propia, entidad suficiente para ser llamado, para ser alabado y adorado por encima de las criaturas, en esta nueva iglesia que es mi propio interior, mi ser como parte de una generación diferente, a la que pertenecen los ángeles y los seres divinos, con los que aspiro a formar parte.

Cuando esto hago vuelvo a caer en mi pretensión de ser un ser individual, eterno y de naturaleza esencial diferente, que busca un dialogo esencial, una “Unió Mística” de lo que estando separado debe reencontrarse, debe venir a ser uno. Mientras tanto siento la soledad del ser separado, y me encuentro en contradicción en este universo silencioso, que no explica mi existencia.

Por ello, y tras haberme enfrentado a la forma y su silencio he de enfrentarme también al silenciamiento del Vacío, de Dios, de lo sin forma, de mis expectativas de adquirir un cuerpo nuevo, sin limites, pensando que no esta aquí y que debe ser adquirido. ¿Cómo lo haré?

En primer lugar he de decir que mi experiencia y práctica del zen ha puesto en crisis mi anterior fe religiosa. Es necesario partir del abandono de mi antigua creencia en un Dios que cubre la existencia, que está esperando como el padre separado de la “parábola del Padre Bueno” a que cumpla mi itinerario vital, y encuentre mi destino eterno. He salido del marco de seguridad que ofrecen las religiones patrísticas. Se construyen sobre dogmas de verdades terminadas, sobre la interpretación metafísica del mundo y del destino de la existencia, sobre la continua lucha dicotómica entre el bien y el mal. Esto pervive en la fe religiosa tanto en su versión mas ortodoxa como en su versión mas moderada. Esta versión acepta la integración de lo divino en la vida humana a través de Jesús como arquetipo de la nueva existencia, cambiando el Dios externo por el Dios dentro, pero manteniendo la diferencia entre el Ser Superior y las criaturas. MI fe religiosa entra en crisis aquí, al enfrentarme con la expresión “Vacío no es sino forma” – “Vacío es Forma”.  Y digo bien en el sentido de que lo pone en crisis, que quiere decir que no anula una de las partes, acabando en una comprensión materialista de la Realidad. Esta crisis es resultado de la experiencia de la existencia concreta, de la realidad como una expresión bipolar, no separada de lo divino y lo humano, de lo sin limites y lo limitado, del origen y el destino, del vacío y de la forma.

Pero para entrar en esta nueva experiencia he de desnudarme primero de las creencias religiosas, tanto las transferidas por mi cultura como de las creencias personales, que son esa interpretación “inteligente” que he hecho de mi posición en el mundo y del significado de la vida. Abandono por tanto  no solo el mundo de lo mágico y de lo mítico que mis antepasados cultivaron, sino también las religiones tradicionales, con sus verdades ciertas, aceptadas o impuestas a la cultura, a través de los cuales mis padres y mis abuelos se involucraron en tantas luchas, en tanto destrozo de prevalencia, de poder ideológico o religioso.

He venido a habitar un lugar vulnerable, ya que no puedo decir nada de la experiencia directa de los fenómenos y de los sucesos, una vez he vaciado mi existencia de interpretaciones, pero no puedo tampoco predicar un Dios separado, una existencia diferente, que me espera una vez se caigan los velos que ahora no me dejan ver. No existe nada separado a esta realidad que ahora se presenta, no existe un itinerario a recorrer, que pueda llevarme a otro mundo de perfección. Por tanto no podre mantener mis adoraciones y alabanzas al dios de mis padres, ya sea justiciero o padre bueno. Me inclino, sí, ante la realidad que soy yo mismo y que es cada cosa que veo o palpo o escucho, pero no hay en ella nada sagrado o alternativo, sino la profunda y completa plenitud que la realidad expresa en cada momento. Por ello no “re-ligaré” mas, no religaré de nuevo en un pseudoculto que el cultivo del vacío en el zen puede convertirse, sino que me abriré a lo que ya está aquí, a lo que estaba aquí desde siempre , desde el origen.

¿Y cual es pues la diferencia en mi experiencia entre un materialismo pragmático y vivir de acuerdo al Sutra del Corazón? Dudo y por eso al interrogarme me vuelvo a cómo respondía a esta pregunta el Señor Buda:

…Este Dharma al que he llegado es profundo, difícil de ver, difícil de comprender, pacifico, sublime, más allá́ de la visión de opiniones y juicios, solo para ser percibido por los sabios… la condicionalidad de todo lo que existe, el origen dependiente de las cosas.

Inicialmente respondí  con el silenciamiento de mis ruidos frente a la realidad cotidiana: No existen verdades, formas, acontecimientos que sean propios, por si mismos, con vida independiente y separada. Todo esta condicionado por todo, todo es interdependiente y no tiene existencia por si mismo. No se trata pues de descubrir detrás de la realidad aparente de las cosas su “verdadera naturaleza”, como un entramado divino en el trasfondo de la existencia. Siempre aparecería como una realidad alternativa. De hecho eso de la “verdadera naturaleza” es de nuevo otra forma de esconder la dicotomía, como si la apariencia de los acontecimientos sensibles fuera solo apariencia que esconde una naturaleza escondida. No, se trata de experimentar que no existe nada con existencia independiente, que no existe nada que este fijo, quieto o seguro, ni tan siquiera lo que llamamos punto origen, o primera causa. Me atrevería a reescribir a Eckhart en el sentido de que cuando indicaba la experiencia de “venir a ser quien era cuando todavía no era” quiero decir “venir a manifestar quien soy y siempre he sido desde el principio”.

Así que vivir de acuerdo al Sutra del Corazón implica no escaparse de la realidad presente rompiendo con la percepción de existencia individual. Por ello el primer momento del silenciamiento del vacío es la ruptura con todos los dogmas, con todas las creencias, incluyendo las personales, tanto en cuanto son elementos de apego a una descripción definitiva, de apego a concepciones y juicios.

También implica la ruptura con el mundo de los valores. Y aquí de nuevo me muevo en dificultad. Solo podré comprender esto como un proceso de crecimiento, no como un estado agnóstico y amoral. El mundo de los valores es el mundo del juicio de acuerdo a elementos de referencia que aparecen como absolutos, universales. Esta forma de establecer nuestra mente es lo que determina la separación de lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, la generosidad y la avaricia, y así sucesivamente. Hoy solo puedo decir que no significa que no opte, aquí y ahora, entre lo que considero justo e injusto, sino que no me cerraré a un cambio continuo de los valores, imponiendo mis propias tablas de la ley. Aceptaré que lo que es cruel para mi es neutral para la existencia, hoy si y mañana no. Significa que reduciré el ruido de los valores, lo que quiere decir la imposición absoluta de mis juicios y forma de valorar. También reduciré como ruido la búsqueda absoluta del relativismo continuo. Pues este relativismo como actitud filosófica puede significar de nuevo que huya y no me comprometa con la realidad presente.

La realidad es una matriz continua de transformación, de creación y destrucción, donde el conjunto de acontecimientos, de realidades aparentemente independientes no expresan mas que esta contingencia de todo lo que existe, lo que significa expresar el Vacío como Forma y la Forma como Vacío. Para percibir esta matriz infinita y sin limites de la que todo lo que existe, incluyendo esta existencia que he considerado mía, forma parte, he de silenciar todo intento de buscar verdaderas naturalezas, dioses lejanos, esencias fundamentales, o creencias definitivas. Esto significa silenciar el Vacío, mi percepción y sentimiento del padre dios, Eterno y cuidador de mi existencia. El Padre Dios es la propia realidad, soy yo mismo, sin que yo mismo sea alguien en particular. Esta experiencia ilumina una vida y una sociedad sin religión, pero al tiempo una existencia profundamente enraizada en el misterio de la realidad.

Silenciando todo ruido, silenciando toda forma, silenciando el vacío como creencia o como esencia a buscar, puede ser que me encuentre perdido, me desoriente y me quede en profunda oscuridad. Honestamente habré de responder a la pregunta de ¿qué queda detrás del silencio?  diciendo que nada queda detrás del silencio. Eliminare en mi práctica de silenciar todo punto de agarre, toda ultima verdad, toda teoría definitiva o toda ultima interpretación.

Esta experiencia vital, deslumbradora y también oscura, lleva a que esta vida que antes calificaba como mía, sea ahora una continua experiencia abierta, tolerante y cambiante, comprometida y apasionada, al tiempo que libre y dispuesta a la desaparición. Significa una forma de vivir de integración , de continuo compromiso y compresión, una vida nómada sin pertenencias esenciales, sin creencias definitivas, y al tiempo abierta al continuo misterio de la realidad que se desenvuelve en cada instante. Una vida laica y amante de todo lo que existe. Vivir en impermanencia, esto es aceptando nacer y morir continuamente, aceptando plenamente vivir sin identidad, integrando la vida con todo lo que existe de verdad, es el proceso de silenciar el Vacío.

Por eso el mantra sin igual , el mantra anunciado de la sabiduría transcendental que culmina el Sutra del corazón se enuncia así: andar, andar, pasar, atravesar.