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Uppekha – Vivir sin Huellas

“El practicante observa su mente concentrada con ecuanimidad. Cuando observa su mente concentrada con ecuanimidad, la ecuanimidad como factor del despertar aparece. Desarrollándola, la lleva a su plenitud”

Sutra Anapanasati

¿No ves a este hombre sereno caminando,
que está más allá del saber y no persigue nada?
No evita pensar vanamente ni busca la verdad.
El buen discípulo sigue firmemente decidido.
Los otros saben mucho y dudan mucho.
Aparta ya los velos sucios de que te agarras.
¿Por qué estás orgulloso de tus buenas obras?
Andar es zen, estar sentado es zen,
hablar o callar, movimiento o reposo.
El cuerpo siempre está en paz.
                                                                                                                                Shodoka

Observar la mente concentrada en ecuanimidad” pasa por una maduración de la conciencia en el ejercicio del samadhi, tanto en la meditación sentada, zazen, como en la cotidianidad del practicante.

Ecuanimidad es mantenerse en calma, en serenidad ante los acontecimientos de la vida. No es indiferencia, no es apartarse de los conflictos o rehuir el mundo y su acontecer, sino mantenerse en armonía mental mientras se produce el compromiso radical con los acontecimientos. Es la libertad inconmovible de la mente no apegada. Es el mantenimiento del equilibrio interior, no siendo afectado por éxitos o fracasos, ganancia o perdida, honor o deshonor, alabanza o crítica, placer o dolor. Es el estado de desapego que permite interesarse por la realidad sin acepciones, sin prejuicios. En este sentido, coincide con el cultivo de la cualidad humana, siguiendo a Maria Corbí:

Hay que interesarse por la realidad hasta tal punto que la vida se convierta en una indagación, una búsqueda directa, sin doblez, sin otro interés que la realidad misma. El interés y el amor incondicional son dos caras de un mismo hecho. Solo eso es lo que proponen las tradiciones religiosas. Solo eso es espiritualidad…quizás en otras épocas la religión pudo apuntar a esa absoluta sencillez y desnudez, pero se vistió de ropaje de creencias, de poder, de sacralidad, de exclusivismo.

En nuestra época la sencilla desnudez debe mostrarse como es, humilde y vacía, porque es silenciosa y amante. Ahí está su verdad, su ofrecimiento, su legitimidad y su gran don. Solo la humildad silenciosa y vacía puede ser amante y, así, conocer  

Por tanto cultivar la calidad humana profunda (Corbi), venir a ser ecuánime, supone avanzar en el silenciamiento mientras se profundiza en el samadhi:

Este proceso, silenciamiento y concentración/interés por lo que existe, es el amanecer del despertar, como se indica en el Sodhoka:

Vivir mas allá del querer, del saber y del tener, y por tanto en la pobreza de espíritu ultima de Eckhart, en la práctica del cuenco vacío que se queda vacío, superada la esclavitud de los tres reinos, de la codicia, de la violencia del rechazo, y de la ignorancia del dogma y la creencia fundamentalista. Es la ruptura de identificaciones y de la individualidad. Practicar el zen en ultimo grado es el proceso de borrar las huellas y vivir desde ahí.

Borrar las huellas es la practica del samadhi, concentración, que provoca la ruptura con la conciencia de deseos y necesidades, rompe con nuestra neurosis de depredación y nos lleva al interés no condicionado por la vida.

El practicante zen… no rechaza el mundo de los hombres…rechaza conformarse con sus expectativas, con el deseo de agradar, el de ser conocido, aceptado, admirado…rechaza vivir a través de imágenes que le impone la sociedad… por tanto deserta de la forma de vivir común… de la conciencia egoíca y depredadora… para profundizar lo esencial y excavar en ellos mismos un camino hacia el corazón…

Borrar las huellas es morir a las propias representaciones, incluida la de considerarse “practicante zen”, “viajero espiritual” o cualquier nuevo modismo. La practica del samadhi lleva a la ruptura con lo que significamos como individuos y provoca un borrado voluntario de la impronta propia en la vida y en los seres.

A partir de aquí no dejaremos legado. Haremos lo que toca, la labor consecuente, pero no dejaremos firma, no buscaremos reconocimiento. Por ello nuestra vida no tendrá herencias, aceptaremos desaparecer sin recuerdo, sin marca o firma en la eternidad, o en la memoria. Solo ha de quedar el hecho, la labor realizada.

Nuestra pasión será estar aquí, hacer presencia de forma radical, aparecer en plenitud, para luego desaparecer, siguiendo el flujo de la vida: aparecer, cambiar, desaparecer. Lo importante no será el significado, sino la presencia.

La perdida de la conciencia egocentrada implica la perdida del rol, la ruptura de apegos a seguridades y compartimentos estancos, y también la ruptura de fronteras y limites. Es salir del espacio seguro y de la pertenencia, convirtiéndonos en nómadas interiores, no teniendo, como el maestro, “un lugar propio donde reposar la cabeza”.

Borrar las huellas es no tener lugar, es elegir el ultimo lugar y no se considerado, aceptar perderse, no encontrarse, ser realmente pobre para quedarse en la pobreza, única manera de ser el que éramos cuando no éramos esta forma que ahora palpita, esta diferenciación, esta historia.

Entonces seremos ecuánimes, habremos llegado a casa. Ecuanimidad es el factor cumbre del despertar. Implica estar mas allá de éxitos o fracasos. Los éxitos o fracasos miden la vida humana, basada en la obtención de objetivos individuales o de grupo. Ecuanimidad implica vivir sin metas ni objetivos, considerados estos como la consecución de nuestros quereres, la culminación de nuestra identidad y de nuestra impronta.

Ecuanimidad implica estar mas allá de ganancias o perdidas. Las ganancias y perdidas se miden en función de nuestros deseos y necesidades. La renuncia, por la conversión de nuestra conciencia a “depredar” como forma de vivir, lleva a no ver ganancias o perdidas en lo que hacemos, al no relacionarlo con metas propias, sino ver la vida como acontecimientos en los que respondemos creativamente, en los que realizamos lo que toca realizar.

Ecuanimidad implica estar mas allá del placer o el dolor. Significa aceptar plenamente Dukkha. No significa que la vida no duela, o que evitemos el dramatismo del cambio con toda su insuficiencia aparente, sino que afrontaremos la vida desde la presencia. Es confrontar dukkha sin el apego que conlleva. Significa también salir de la neurosis del hedonismo, que la expresión grosera del egoísmo, para habitar el espacio de la “indiferencia apasionada”

Ecuanimidad significa no buscar el propio nombre. El proceso de “dar nombre” es el proceso de crear un juicio, de asumir un prejuicio, hacia nosotros y hacia los demás. Acercarse a la realidad de forma fresca y nueva es vivirla antes del nombre, del concepto, del juicio. Implica salir del tópico, del lugar común. Es salir del la casa propia, “del hogar” para no tener casa, volverse un “sin hogar”.

Renunciaremos también a las capillas, a los espacios fijos, cerrados y seguros, ya sea en el plano de las costumbres, en el de las creencias propias, en el de los lugares ideológicos, o en el de las religiones y los dogmas. 

Ecuanimidad es romper con la carga del pasado, con las mil y una cosa que nos hacen lo que somos, y también con la carga del futuro, con sus expectativas, sus angustias y sus miedos. Es vivir el presente, en presencia, pero también soltándolo. No apego al pasado, no apego al futuro, no apego al presente

Ser nómada …siguiendo ríos sin nombre, perdido en caminos impenetrables… mas allá de lejanas montañas. Pero hay un motor interno en el caminar… En ansias de amores inflamada… ¡porque he vislumbrado el amor!

Así, hacer aparecer el factor de la ecuanimidad es vivir el Zen, porque vivir en zen es desidentificarse, salir del nombre y del rol, salir del prejuicio, de la posesión y del rechazo, romper con las cargas del pasado y las expectativas del futuro. Asumir el presente con pleno interés… y desaparecer en él.

Así seremos, como dice el poeta

Flores en primavera, cu-cus en verano, la luna en otoño, la nieve en invierno…

Zen es ver el agua en el océano inmenso… mientras en calma…camina, aceptando el cambio y abrazándose a el.

En el primer tipo de ecuanimidad se aprende a mantenerse serenos en medio del conflicto, en medio de los cambios de la vida, mientras vivimos focalizados en lo que toca. En el segundo tipo de ecuanimidad aprendemos a no tener acepción de personas, aprendemos Brahma Vihara: aprender a mirar a todos los seres manteniéndose libre de discriminación, que no significa neutral o no comprometido. En el tercer tipo de ecuanimidad se aprende a vivir de acuerdo al no-dos, no elegir, no rechazar, manteniendo vivo interés sin condiciones, sin apegos.

La práctica de la ecuanimidad es en gran medida el salto de conversión tras la profundización en el samadhi, la llamada metanoia del profeta de Nazaret. Podemos entrenarla con actitudes vitales que salgan del corazón: Aceptando auténticamente  que aquello que poseemos lo hemos perdido, viviendo como si lo hubiéramos perdido, poniendo continuamente en duda aquello que creemos saber, abriendo mas y mas el espacio para la incertidumbre, renunciando a nuestras ansias de querer, de tener o de no tener: “la mejor manera de manejar una bella copa es como si ya estuviera rota”

La practica de la ecuanimidad se profundiza, se hace parte de nuestra conciencia si actuamos poniendo el énfasis en “no poseer” el fruto de nuestra acción (Baghavad Gita). Como diría el Dalai Lama:  un acto ha de ser valorado solo por la motivación para hacerle, y no por los resultados.

En la experiencia de Jesús de Nazaret, vivir en ecuanimidad es vivir la experiencia del Reino de Dios: