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El Amor incondicional en las diferentes tradiciones

]]La puerta que atravesaremos para habitar en la nueva conciencia, transpersonal y de superación de la mente egoica depredadora, es abrirnos a la gran comunión, al ejercicio del amor incondicional hacia todos los seres, animales, vegetales y minerales, hacia todo lo que existe y a lo que esencialmente y originalmente pertenecemos. 

La práctica del amor incondicional, como atributo central de la experiencia mística trasciende todas las tradiciones, siendo el criterio de autenticidad de una experiencia autentica. 

El camino del amor incondicional

La apertura hacia la nueva conciencia, que supera nuestra condición depredadora, basada en la búsqueda competitiva de la solución de nuestros deseos y necesidades, pasa por un proceso de conversión, que en otras tradiciones se llama de “iluminación” o de “despertar”, y que lleva a la unión, de lo que nunca ha estado separado, a experimentar el no-dos en nuestra vida, y a vivir en la cotidianidad desde la forma natural y original de ser: no seres separados y aislados, sino la realidad original, sin limites ni fronteras, sin identidad ni discriminación, que cambia continuamente, y que continuamente se transforma, en las mil formas y fenómenos, y que es en si misma vacío, que es originalmente interdependiente y originalmente en comunión. Por ello, la arquitectura de la Realidad es la unión, es el amor incondicional, como forma de expresar la continua comunión creativa, que entiende y respeta la diversidad de las formas, de los fenómenos, de las formas de existencia y de conciencia, y que al tiempo entiende que es una única realidad, múltiplemente expresada, y en si misma sin identidad ni definición propia. 

La práctica del amor contemplativo

La práctica del amor incondicional comienza con la práctica del silencio. El silenciamiento de nuestros deseos y necesidades, y por tanto de nuestras identificaciones, es la práctica esencial en la que el practicante de la vía mística, en cualquiera de las tradiciones, se empeña con decisión y coraje durante toda su vida. El comienzo de este camino quizás esta marcado por una finalidad, por un objetivo (“calmar la mente”, “saber quien soy”, “alcanzar la paz”, “despertar”), pero todos estos objetivos y metas en la práctica del silencio han de ser olvidados, pues mientras existan objetivos y metas, el silenciamiento no existe, y la mente racional sigue controlando, desde la asunción de la identificación con un yo. 

También, en este proceso de silenciamiento han de desaparecer imágenes y objetos. Mientras oremos a nuestra imagen particular de Dios, de Brahmán o de Allah, mantenemos un objeto para nuestra práctica. El silenciamiento es pues también un vaciamiento, no de lo que es, sino de lo que no es, hasta que solo la presencia pura, sin imágenes ni objetos, sin metas ni objetivos, se mantenga. 

El autor de la Nube del No Saber, llama a esta práctica del silencio la practica del amor contemplativo. Amor contemplativo, sin objetos, imágenes o conceptos, es la práctica oscura del amor sin objeto. En relación con ello he escrito: 

Sabrás que amar sin objeto es estar abierto a la incertidumbre, a la pregunta y a la vida, es mantener una actitud vigilante y abierta, mientras esperas la unión que ha de darse. No es solo estar quieto en esa oscuridad, sino también estar con el corazón dispuesto y con el ansia viva hacia el ser divino que está naciendo en ti. La naturaleza divina que se extiende a todo lo que existe, pues no hay nada que no sea ella, es personal y es no personal; por ello el proceso de crecimiento en que estas empeñado es un acto creativo permanente, es el desenvolvimiento evolutivo de tu conciencia, pero es también un poema de amor, un canto y una danza sin fin en la profundidad del silencio.

 

Es, una vez hemos silenciado nuestros deseos y necesidades, nuestras identificación y esfuerzos de discriminación, nuestro escoger y rechazar, elevar todo nuestro ser, en continua presencia, en continuo presente, en un acto de aceptación y de apertura. 

Apertura a la incertidumbre, a la ruptura de barreras que propone la experiencia, a disolver los espacios de limitación y separación a los que tendemos en nuestro continuo esfuerzo de rescatar nuestra individualidad.

Aceptación de lo que ocurre en cada momento, no como algo separado que observamos, aunque la “experiencia del Testigo” es un transito por el que tenemos que pasar, sino como lo único que existe, en lo que somos parte y todo, y por tanto supone la ausencia de separación entre sujeto y objeto. “La Nube…” propone la aceptación de la presencia, como la ciega conciencia del ser desnudo en completa apertura a todo lo que existe. 

Esta experiencia y práctica se ha de extender a más y más aspectos de nuestra cotidianidad. Experimentamos que los que hemos considerado “otros” u “objetos” aparecen como cercanos, sus intereses y necesidades se confunden con los propios, y el deseo de enajenación, separación y depredación se disuelve en diferentes y diversas experiencias. Desde esta visión, la práctica del amor incondicional no es ya o no es del todo un esfuerzo de generosidad desde un “ego civilizado” que entiende como necesario una simbiosis con los “otros” para la propia supervivencia, justificación o legitimación, sino el resultado natural de cómo son las cosas, y de cómo son los seres. 

Y se vive más y más la experiencia de lo que muchas tradiciones llaman “Vacío” o el fondo original que es nuestro propio origen, y el origen de todas las cosas, no como una realidad separada, causa separada del efecto, fuente diferenciada del rio, sino como la caída de los velos que permiten distinguir la realidad “tal y como es”

La práctica del amor incondicional

La practica del amor contemplativo se identifica aquí con la práctica del amor incondicional, pues ésta es la practica incondicional de la comunión entre todos los seres, basada en la experiencia de unidad de todo cuanto existe, desde el profundo silencio de todas las cosas, como una practica operativa y concreta donde desaparecen todas las condiciones, y por tanto las justificaciones y requisitos de porque amamos y porque actuamos en función de esa experiencia. Es la libertad de ser quien realmente somos. Para ello hemos de dejar de ser quien creemos que somos.

Esta práctica, a partir de la apertura, grande o pequeña de la experiencia, se convierte en un motor vital, operativo y concreto, basado en actos de solidaridad, de comunicación, de intercambio y de amor, en el que el practicante no pone condiciones, no exige nada a cambio, no desea figurar, ni busca relevancia, no predica ni práctica apostolado. Simplemente se pierde en la acción amorosa y cooperativa, en beneficio de todos los seres. 

El practicante puede sentirse confundido, mientras no está arraigado en esta práctica, pues su existencia no ha equilibrado las ansias de defensa individual, los deseos e intereses personales, con el anhelo profundo que la práctica del silencio ha producido en él de desaparecer como yo, y aparecer como el gran amante que se difumina en todo lo que existe. 

Además, la práctica del amor incondicional le hace extraño a si mismo y a la sociedad en la que vive, pasando por loco o enajenado, no siendo entendido y siendo marginado por aquellos próximos o lejanos a los que ama, ya que la sociedad actual vive bajo el paradigma del juicio personal, del interés y el ansia individual, y de la depredación, dominación y competencia, civilizada o no. Por ello, este gran amante es sospechoso y peligroso, pues pone en tela de juicio los cimientos de la estructura social dominante. Esto será así mientras la sociedad en su conjunto no cambie, no sea cambiada. 

El Buda y la práctica de Metta Bhavana– Forma y Vacío

Es importante comprender la transformación “metafísica” que se produjo en la transmisión del Dharma a china desde la India, desde el término en pali “bhavana” al término chino “Shin”, que ha sido traducido a occidente por “corazón”, “esencia” o “mente-corazón”. Bhavana,que es el término utilizado por el Buda, es un verbo y hace referencia a un proceso, homologo a “dar a luz” a “parir”, y la imagen que sugiere es de desarrollo centrado en el vientre, por tanto femenino, en vez de en el pecho, atributo masculino. El Buda no hace referencia a estados, a centros o esencias, sino a procesos vitales. Así cita: Bhavana Arian Gotra, dar a luz a una estirpe noble, o Metta Bhavana: desarrollo del amor incondicional. Esto es, realizar el camino, el proceso de transformación, sin que exista un punto fijo, o una meta al final. 

Mientras tanto, este término fue traducido por “Shin”al chino, que hace referencia a estado. Es el centro a encontrar, el espíritu o la joya en el centro de la persona. Esto tiene grandes consecuencias en el enfoque espiritual. En el tema que nos ocupa esto significa la recuperación de una conciencia no egoica (Arian gotra) que se exprese a través del amor incondicional (Metta bhavana), el propio Buda , en el Sutra sobre el amor incondicional o benevolente cita: 

“…así como una madre o un padre protege a su única hija o hijo a costa de la propia vida, de la misma forma uno debe cultivar un amor sin limite hacia todos los seres”

El final del proceso no es pues alcanzar un corazón despierto y ecuánime que es comentado en el Shin Jin Mei, en lo que parece podría entenderse que el canto del no-dos sugiere, sino que esta comprensión ha de llevar al Metta Bhavana, el cultivo, el desarrollo, el hacer aparecer el amor incondicional a todos los seres. 

El punto central en esta expresión de Metta es la Incondicionalidad. Toda condicionalidad, prerrequisito, o juicio que pongamos a nuestra actitud amorosa es una negociación egoica que desvirtúa el amor. El querer condicionado no es amor, sino depredación afectiva, de negociación egoista desde nuestra mente racional, que discrimina y juzga. En el fondo de nuestro vientre, en todas nuestra existencia, existe un anhelo por la comunión en la que las condiciones se pierden. Es nuestro deseo de supervivencia del ego el que hace que ocultemos o reprimamos nuestro anhelo de donación. 

El Buda señala en la segunda noble verdad la fuente de nuestro sufrimiento, situada en el apego a nuestra forma de pensar y vivir, y en la tercera noble verdad establece la posibilidad de superación de esta forma de pensar y de vivir, mediante la práctica del Óctuple Camino. Es importante señalar que la práctica del Octuple Camino lleva a Metta Bhavana, a la práctica operativa del amor incondicional, hacia nosotros mismos, hacia los seres mas próximos y hacia todos los seres finalmente.

El ejercicio de la incondicionalidad en nuestra relación con y aceptación de nosotros mismos, el mundo cercano y todo lo que existe por fin lleva al desarrollo de prajñaparamita, la sabiduría esencial, que acostumbro a llamar “mirada profunda”, que permite reforzar nuestra práctica y hacer que todos los seres sean felices. El Prajñaparamita Sutra expresa de forma completa la clave del amor incondicional al exclamar “ forma no es sino vacío, vacío no es sino forma”, identificando la fuente original, la potencialidad e interdependencia que está en el origen, la no separación y limitación, expresión del vacío, con los mil fenómenos y circunstancias diversas de lo existente, de forma que comprendemos y experimentamos que todo lo que existe es vacío de realidad separada, y por tanto es existencia comunicada, en interrelación, en inter-existencia. Forma y Vacío es la expresión dual, bifronte de la realidad, siendo la experiencia del dharma la experiencia del vacío en la existencia. Desde aquí surge la expresión de que la comunión, el amor es la quintaesencia de la Realidad.

La práctica del Zen hacia el No-dos

La practica del Zen hereda la enseñanza del Dharma original del Buda y se abre, fuera de toda doctrina hablada o escrita (de todo dogma establecido), al proceso del despertar a la nueva conciencia no dual. Así se ha enseñado desde una sabiduría que viene de oriente, originada en el budismo, transformándose en un instrumento universal fura de religiones y dogmas, que se nutre de todas las tradiciones, incluyendo lo más auténtico de la mística occidental, y que busca la superación de la civilización egoica, hacia una experiencia transpersonal que parte del descubrimiento, del proceso de desarrollo de nuestra conciencia original. La clave de la autenticidad de la práctica del zen es el ejercicio natural del amor incondicional a todos los seres. 

El punto de partida que permite habitar en la “forma natural de ser” es el transito al no-dos. El Shin Jin Mei, del maestro Seng-ts´an dice así: 

Una cosa, todas las cosas 

van juntas y entremezcladas 

sin distribución.

Vivir esta comprensión 

es no estar inquieto a causa de la no perfección.

Vivir esta fe 

es el camino de la no dualidad 

porque lo no dual es uno 

con la mente que confía

 

La experiencia del no-dos se realiza en el zen a través de la práctica del silenciamiento de nuestros deseos y necesidades y de la apertura y aceptación del momento presente, lo que en si mismo identifica nuestra práctica a la práctica del amor contemplativo que ilustra el anónimo autor de la “Nube…”La experiencia de la no dualidad lleva a la superación de las barreras y limites entre lo existente. La adquisición de una mente no discriminativa lleva a la comunión de todos los seres. El proceso del camino del zen fue ilustrado completamente por Dogên: 

El camino del Dao (Del Chan/Zen) es la búsqueda de uno mismo. 

La búsqueda de uno mismo lleva al olvido de uno mismo. 

El olvido de uno mismo lleva a ser uno con todas las cosas

La practica del amor/comunión no discriminativa ni condicionada es la consecuencia natural de esta forma de ver. No es el resultado de un esfuerzo de nuestra conciencia ni el mandamiento de una ética autoimpuesta, sino la forma natural de ver las cosas en la que “todos calzamos los mismos zapatos”

Pero para que sea real ha de ganar terreno en la cotidianidad, convertirse en actos operativos de solidaridad y de comunión con todos los seres, atendiendo en consecuencia a los aspectos de la existencia una que mas lo necesitan

Cualquier comprensión de la práctica del zen como una práctica retirada del mundo, que se aleja de la vida cotidiana, es una malversación de la tradición, fruto de su intoxicación con dogmas religiosos. Cualquier comprensión de la práctica del zen como una búsqueda de la sabiduría que no se involucra con lo que sucede, indica un apego al silencio y al elitismo del ermitaño que es enquistamiento egoico y fuente de sufrimiento. El practicante transformado es aquel que se entrega al mundo, a los seres y a las cosas como la única realidad existente en la que se da la vida, que no es separada, que es amor en acción  

La práctica del amor en Jesús de Nazaret

La metanoia de Jesús de Nazaret fue su particular camino hacia la no dualidad, que le llevo a exclamar “El Padre y yo somos uno” (Jn 10,30)  “Quien me ve a mi ve al Padre”(Jn 14,9). 

En el testamento de Jesús comentado en el evangelio de la comunidad joánica, Jesús resume su legado diciendo: “Un mandamiento nuevo os doy, que os améis los unos a los otros como yo os he amado” (Jn 13, 34). La clave en esta “norma única” de Jesús es la forma de amor que indica – como yo os he amado – Él amó desde una conciencia transformada que no veía los seres como separados ni a él separado y único. Así la obra de Jesús es amar desde la no separación y por tanto sin condiciones en el acercamiento a los demás. 

Toda la vida y ejemplo del profeta de Nazaret se expresa a través del amor incondicional en acción, amor desde dentro, amor sin fronteras, que el expresó principalmente a través de su acción terapéutica, dándonos ejemplo de vida. No es consecuencia de la predicación o de las normas, no hereda dogmas que dar, sino un movimiento de amor expresado en actos sencillos, en un continuo dar sin condiciones. Así los seguidores de Jesús han de ser identificados a través de su expresión amorosa incondicional, solo posible si existe una transformación del corazón y la conciencia, como los santos y maestros de todos los tiempos que siguieron su nombre lo expresaron.

Jesús de Nazaret lleva la practica del amor a su máxima expresión con su propuesta de amor a los enemigos: 

Pero yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica. A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames. Y lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros igualmente. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a los que les aman. Si hacéis bien a los que os lo hacen a vosotros, ¿qué mérito tenéis? ¡También los pecadores hacen otro tanto!  Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir lo correspondiente. Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin esperar nada a cambio; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno con los ingratos y los perversos.  «Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo (Lc 6: 27-36)

 

Sistemáticamente Jesús va quitando toda condicionalidad a la forma de actuar en el amor: aunque te odien, aunque te maldigan, aunque te roben, aunque te hagan o deseen mal, y enseña a dar sin esperar nada a cambio. Finalmente pone por ejemplo a Dios de cómo comportarse, que es lo mismo que señalar que nuestra verdadera naturaleza ha de seguir el comportamiento divino, que no hace discriminación ni distinción. Es por tanto la expresión mas completa del amor incondicional, solo entendible desde el salto espiritual del Jesús místico

El Amor incondicional y los místicos medievales (Francisco de Asís, Nube del no Saber, Maestro Eckhart, las Beguinas)

El camino místico originado en Jesús mantiene la influencia dogmática de la religión constituida en su nombre, pero en su experiencia esencial se separa de todo dogma y se acerca a la experiencia común a todas las tradiciones. Francisco de Asís, que encarna el ideal de la pobreza evangélica, centra en su oración las bases del amor incondicional. Empieza diciendo, como su maestro, “donde haya odio que yo ponga amor…” y termina:  

“…que no busque tanto ser consolado como consolar, 

ser comprendido como comprender, 

ser amado como amar. 

Porque 

es olvidándose como uno encuentra, 

es perdonando como uno es perdonado, 

es dando como uno recibe, 

es muriendo como uno resucita a la vida.”

 

Tras este canto se vislumbra el anhelo de la entrega total sin condiciones que está en el ideal del amor evangélico. 

De igual manera el autor anónimo de la “Nube del No Saber”habla de la preeminencia de la práctica del corazón sin condiciones sobre la disquisición mental: 

“Prefiero abandonar todo lo que puedo conocer, optando mas bien por amar aquello que no puedo conocer. Aunque no podamos conocer, si podemos amar.”

Y el maestro Eckhart, además de centrar el camino de la no dualidad en su sermón sobre los pobres de espíritu, pone el énfasis en el desasimiento como proceso para alcanzar el camino perfecto, que se nos antoja homologo a la propuesta de no apego del Buda, y cita que el desasimiento es el prerrequisito para la practica del amor, ya que sin él se pierde la incondicionalidad y entonces no es amor. 

Por fin las beguinas, una asociación de mujeres cristianas que se inicio en el siglo XII, contemplativas y activas, que dedicaron su vida, tanto a la defensa de los desamparados, enfermos, mujeres, niños y ancianos, como a una brillante labor intelectual, también se centran en su experiencia mística de amor. Hadewych de Amberes, haciéndose eco de esa practica de llevar la mística a la vida cotidiana cita: 

Al noble Amor 

me he dado por completo 

pierda o gane. 

Todo es suyo en cualquier caso

¿Qué me ha sucedido 

que ya no estoy en mi? 

Sorbió la sustancia de mi mente 

mas su naturaleza me asegura 

que las penas de amor son un tesoro.

Entendiendo el tipo de vida que propugnan, de profundo servicio al estilo enseñado por Jesús de Nazaret en el lavatorio de los pies, desde el enraizamiento en una profunda práctica de amor contemplativo, son ejemplo de la mística medieval y escaso símbolo precursor de modernidad avanzada de la mística femenina.

Por tanto, las experiencias místicas mas autenticas, dentro de la tradición cristiana, se encuentran en la experiencia de unión de lo que nunca estuvo separado, y se esfuerzan en seguir el camino que lleva a la transformación operativa de la conciencia y de la sociedad.  

El Sufismo, camino del amor

El sufismo, corriente mística dentro del Islam, es el camino de la purificación humana para prepararse a la unión con la divinidad. Por ello muchos autores lo han definido como el camino del amor. Implica un acercamiento amoroso a la realidad, expresado por Hazrat Inayat Khan diciendo “Yo estoy en todo y todo esta en mi”. El sufismo es el cultivo del arte de la personalidad que se dirige al otro, en un proceso continuo de purificación para expresar la luz divina. Así queda plasmado por múltiples poemas de Jelaluddin Rumi, del que escogemos una muestra: 

Ven, ven, quien quiera que seas, 

trotamundos fiel amante de amor 

¿Qué importa? 

Nuestro camino no es de desesperanza. 

Ven, aun si has roto tus promesas 

cientos de veces. 

Vuelve, ven de nuevo, ven

El sufismo clama que “solo existe el Uno , ya se llame Dios, Allah, El universo, La vida o el Vacío”. Los nombres no importan, como tampoco los dogmas cerrados. El camino para la unión pasa por la reducción del Nafs(ego), que no por su desaparición ya que lo necesitamos para vivir en este mundo. Sin dogmas ni doctrinas el sufí avanza a través de la Armonía la belleza y la práctica del amor sin limites

Por tanto, todos los caminos y tradiciones tienen un patrimonio común, una base perenne, que encuentra su centro en la comunión de todo lo que existe, consecuencia de percibir como la realidad es en si misma, sin fronteras, sin limites, interdependiente. Antes de predicar mandamientos, de definir éticas utópicas o de intentar represiones de nuestra mente depredadora, hemos de abrirnos a la experiencia de percibir al base de nuestro anhelo. No estamos solos, no somos separados, no podemos añadir nada a nuestra vida, solo podemos amar, incluso aunque no lo sepamos.