(Este articulo forma parte del libro sobre "Los Koans de Jesús de Nazaret" de próxima aparición)
Bienaventurados seáis los solitarios y los elegidos, porque encontrareis el Reino. Porque venís de él y en él entrareis de nuevo (Tm, 49)
Texto relacionado
Poema
Oigo mil voces en las casas, fabricas y tiendas de mi ciudad,
que nada dicen, y a ninguna parte llevan.
Pregunté por mi casa, y nadie supo darle nombre.
No recuerdo a mi madre, ni se de mis hijos,
no conozco a los nietos que juegan en la acera,
pues nada de este yo queda en este otoño melancólico y terrible
que cubre las calles, e inunda el ser que en mi camina,
habiendo perdido el norte que tanto aseguraba.
Pregunte por mis amores, esas pasiones que tanto motivaron
los instantes en que el momento vibraba y la nota se dejaba oír;
pero han pasado, y de ellos ya solo queda una tibia brisa,
un suave temblor en esta piel que ya no es mía.
Ando pues ahora caminos y calles sin nombre,
mirando a mil rostros que interrogan,
sin reconocer los ojos que a los otros miran.
No queda recuerdo, ni significado,
ni razón para esta existencia separada,
que ya no es de nadie, ni tan siquiera sabe de existencia
al querer existir.
He arrancado las paginas de esta vida como hojas de cebolla,
como el arado rompe la tierra, y la hoz peina al viento la hierba.
Ya desnudo, no queda nada de ese que creía ser,
la carne fue arrancada y el espíritu perdido entre la bruma;
no hay pensamientos únicos, ni esas emociones que movían
ese cuerpo perdido y ese espíritu allá lejos evadido.
Ya desnudo, marcho sin parar por campo abierto,
con los brazos abrazando la mañana,
hacia el destino completo donde soy nadie,
y tu continuas haciéndote a ti mismo,
mientras ese que era en mi se hace creador
en este cántaro vacío en señales abierto,
para que de nuevo las voces tengan sentido,
y el arrullo que escucho se vuelva canción eterna
Comentario
La soledad necesaria está llena de gente y de vida, esta vacía de todo lo que andar solo quiere, pero es al tiempo compañía, y alborozo, y banquete, y abrazo eterno. Soledad completa, soledad necesaria, que implica la perdida de este ser en todo lo que es o quiere ser, en su esencia principal, de forma que vuelva a ser quien desde el principio era, pero que enterrado ha quedado en este mi, que todavía defiendo como propio. Esta bendición tuya hacia el solitario, es la bendición del hogar, pues el Padre aprieta, presiona para ocupar el lugar, que al vaciar queda, y no hay ya tiempo, aunque todo el tiempo queda. Antes pensaba que en este camino al que me has invitado encontraría el lugar de mi esencia, el espacio en que mi naturaleza real como la tuya se manifestara, y se vería la grandeza, la divinidad de la existencia, el real lugar que me pertenece. Sin embargo, tu canto a la soledad me dice que no ha de quedar nada, y al decir nada quieres decir nada. No quedará familia, ni pertenencia, ni nombre, ni esencial naturaleza; no quedara de todo lo que conozco nada a lo que asirse, no habrá un leño al que agarrarse en medio de las olas, ni un vestido con el que cubrirse. No quedará un pequeño rincón del que pueda apropiarme. Si algo ha de estar presente solo ha de ser quien desde el principio era: un cambio permanente, un instante divino haciéndose a si mismo, y que en un momento adquirió forma aparente para luego dejar de ser, dejar de estar, y de nuevo ser y estar.
¡Que bueno era el orden que me había imaginado!: un Dios Padre eterno e inmutable que fue el origen, que me creó diferente y que me concedió su naturaleza permanente y segura, y que tras un peregrinaje de perdida me recupera como hijo suyo, encontrando yo de nuevo mi alma inmortal, hecha a su imagen e inmutable y eterna como Él. Pero ahora me haces olvidar también ese cuento sublime y me dices que soy la luz que se hizo a si misma, y que no soy nada al tiempo. Me indicas que para hacer volver la armonía, habré de vaciarme hasta que nada quede, a fin de que el Reino aparezca, y todo vuelva a moverse sin mi resistencia. Pues eres movimiento y a la vez reposo, me dices. Me has elegido para que recorra el camino de vuelta, que pasa por arrancarme la piel y todo lo mío, a fin de que lo que siempre ha sido nazca a Si de nuevo en Si, que es esta existencia que pensaba mía. Esta es tu bienaventuranza esencial, llena de vida y de destino, dentro de un lenguaje extraño que ahora descubro, y no se por donde empezar. ¿Qué queda de mi cuando venga a ser nadie? ¿Qué soy en mi origen?
Contexto
Este texto está dedicado a los solitarios, a aquellos que sienten la elección para la vida contemplativa. El dicho indica la importancia de la vida contemplativa para el desarrollo del Reino. El solitario es el pobre de espíritu, aquel que ha realizado la labor de vaciamiento necesaria. El Maestro Eckhart, en su sermón sobre los pobres de espíritu se hace eco de este proceso:
…un hombre pobre es quien no tiene nada. Mucha gente ha dicho que la perfección consiste en no poseer ninguna cosa material de la tierra, y es ciertamente verdad en la medida en que se hace a propósito. Pero éste no es el sentido que yo le doy … ¡Ahora atiende aquí con aplicación y seriedad! He dicho frecuentemente, y grandes maestros también lo dicen, que el hombre debería estar vacío de todas las cosas y obras, exteriores e interiores, de forma que pudiera ser un auténtico lugar de Dios, en donde Dios pudiera actuar. Ahora, sin embargo, decimos otra cosa. Si el hombre se mantiene libre de todas las criaturas y de Dios y de sí mismo, pero se halla tan en sí mismo, todavía, que Dios encuentra en él un lugar para actuar, entonces decimos que ese hombre no es pobre según la pobreza más extrema. Pues Dios no busca para sus obras que el hombre tenga un lugar en sí mismo, en donde Dios pueda actuar: la pobreza de espíritu es cuando el hombre permanece tan libre de Dios y de todas sus obras que, si Dios quiere actuar en el alma, sea él mismo el lugar en donde quiera actuar, y eso lo hace con agrado. Pues cuando Dios encuentra al hombre tan pobre, [entonces] actúa y el hombre sufre a Dios en sí mismo; Dios es un lugar propio para sus obras gracias al hecho de que Dios es alguien que obra en sí mismo. En esta pobreza reencuentra el hombre el ser eterno que él ya había sido y que ahora es y que será para siempre… Por eso decimos que el hombre debería permanecer tan pobre que ni él mismo fuera un lugar, ni lo tuviera, en donde Dios pudiera actuar. En la medida en que el hombre conserva un lugar en sí mismo, entonces conserva [todavía] diferencia. Por eso ruego a Dios que me vacíe de Dios, pues mi ser esencial está por encima de Dios, en la medida en que comprendemos a Dios como origen de las criaturas. En aquel ser de Dios en donde Dios está por encima del ser y de toda diferencia, allí era yo mismo, allí me quise a mí mismo y me conocí a mí mismo en la voluntad de crear a este hombre [que soy yo]. Por eso soy la causa de mí mismo según mi ser, que es eterno, no según mi devenir, que es temporal. Y por eso soy no nacido y en el modo de mi no haber nacido no puedo morir jamás. Según el modo de mi no haber nacido he sido eterno y lo soy ahora y lo seré siempre. Lo que soy según mi nacimiento debe morir y aniquilarse, pues es mortal; por eso debe desaparecer con el tiempo. En mi nacimiento [eterno] nacieron todas las cosas y yo fui causa de mí mismo y de todas las cosas, y si [yo] hubiera querido no habría sido ni yo ni todas las cosas; pero si yo no hubiera sido, tampoco habría sido Dios: que Dios sea Dios, de eso soy yo una causa; si yo no fuera, Dios no sería Dios. Esto es preciso saberlo. Un gran maestro dice que su atravesar es más noble que su fluir, y esto es cierto. Cuando fluí de Dios todas las cosas dijeron: Dios es; pero eso no me puede hacer bienaventurado, pues en eso me reconozco criatura. En el atravesar, sin embargo, en donde permanezco libre de mi propia voluntad y de la voluntad de Dios y de todas sus obras y de Dios mismo, entonces estoy por encima de todas las criaturas y no soy ni Dios ni criatura, soy más bien lo que fui y lo que seguiré siendo ahora y siempre. Entonces siento un impulso que me debe lanzar por encima de todos los ángeles. En dicho impulso siento una riqueza tan grande que Dios no me puede bastar con todo lo que Dios es, en cuanto Dios, con todas sus obras divinas; pues en ese atravesar me doy cuenta de que yo y Dios somos uno. Entonces soy lo que fui y allí ni decrezco ni crezco, pues soy una causa inamovible, que mueve todas las cosas. En todo eso Dios no encuentra ningún lugar [más] en el hombre, pues el hombre consigue con esa pobreza lo que él es eternamente y lo que siempre será. En todo eso Dios es uno con el espíritu y ésa es la extrema pobreza que se puede encontrar…
En el atravesar el yo mismo, y en el atravesar al Dios que hemos imaginado, se alcanza la pobreza real y se es bienaventurado, pues aparece quien realmente era en un principio antes de haber sido creado y nacido, pues aparece el no nacido haciendo su obra. Entonces “se entra en el Reino, ya que aparece el que de él ha venido y el que a él pertenece”. En esta bienaventuranza de Tomas, que se añade a las indicadas en los sinópticos, se centra el mensaje de Jesús y se vincula a la pobreza del proceso espiritual .
Este es el camino que siguieron los místicos de todos los tiempos. Es un proceso de vaciamiento para que el movimiento de Dios, la acción del espíritu, aparezca en el mundo, se haga evidente y se aceleré en el proceso creativo de nuestro universo. Estas palabras están en el meollo de la experiencia esencial de Jesús a través de las cuales se ve la lógica del Reino divino en la Unión Mística, que es la expresión máxima del Reino de Dios cuando se convierte en acción humana y acción social. Este camino es el camino de los contemplativos. Juan Casiano (360-435) indica
… cuantas veces te encuentres con esta contemplación ininterrumpida, has de tener la sensación de haberte caído de la altura de tu espíritu… ya que El Reino de Dios está dentro de vosotros… no es comida ni bebida, sino justicia, alegría y paz en el Espíritu Santo…
Es el tiempo de los ermitaños de Tebaida, que al ver la evolución acomodaticia de la Iglesia y el Cristianismo naciente en los tiempos de Constantino, se exigieron la pureza evangélica en la soledad y en el desierto. Bernardo de Clairvaux (1091-1153), considerado el padre de la mística cristiana, añade en su sermón 23, 16:
“¡Qué lugar tan sereno! No sin razón pienso que se debe llamar la alcoba. Por que en ella no se siente a Dios como turbado por su cólera, ni se le ve como dominado por la preocupación. Se saborea en él una voluntad de bien, benévola y perfecta. Esta visión nos tranquiliza, apacigua; no provoca una curiosidad inquieta, sosiega; no fatiga el espíritu, tranquiliza. Aquí se descansa realmente. Dios en su serenidad lo serena todo; mirar su paz es pacificarse, es contemplar al Rey que tras sus diurnos oficios forenses, alejado del gentío y apartado de toda preocupación molesta, se encamina de noche al albergue, entrando en la alcoba con unos pocos a quienes distingue con esa íntima familiaridad, para descansar allí con tanta más seguridad cuanto más retirado, con tanto más sosiego cuanto más plácidamente contempla solo a los que ama.”
Habremos de pensar que los solitarios (los místicos) son los que reproducen la imagen del Reino en su ejercicio contemplativo. En vez de verlos como los que huyen del mundo, hemos de verlos como los que alimentan el desarrollo de Dios en él. El mismo Bernardo, defensor a ultranza de la soledad de la contemplación, al tiempo actuó decisivamente en su tiempo, discerniendo entre papas y teólogos, entre reyes y nobles, y se vió envuelto en diversos asuntos políticos y sociales.
La bienaventuranza de los solitarios ha sido seguida por los Victorinos, Eckhart, Juan de la Cruz, Teresa de Jesús, Taulero, Ruysbroeck y tantos otros místicos del medievo, y hoy ha de guiar a aquellos que se retiran en la soledad, de forma temporal o permanente, en busca del ser. Implica el camino del hombre en el reconocimiento de su rostro original, de forma que permita la expresión del Reino de Dios en el mundo. El proceso del solitario es explicado con transparencia por Taulero (1300-1361):
Este hondón [la soledad en el fondo del alma a la que se refiere el evangelio de Tomas] ha de buscarse y encontrarse. El hombre ha de entrar en esta casa y desasirse de todos los sentidos y de todo cuanto es sensorial, de todas las imágenes y formas que han sido aportadas e importadas por los sentidos, de todo lo que la imaginación, esa creadora de formas, y sus representaciones sensoriales han aportado alguna vez al modo que les es propio, incluso en las imágenes racionales [conceptos] y de los efectos de la razón [pensamientos] según su modo racional de actuar. Cuando el hombre entra en esta casa y ve allí a Dios, la casa se vuelve al revés y entonces Dios le busca y revuelve esta casa una y otra vez, como alguien que está buscando… Todos los modos, todas las luces, todo lo que se da y revela o que pasó alguna vez se resuelve en esta búsqueda”
Juan Taulero buscaba la transformación radical del hombre, adquiriendo la condición de hombres espirituales, en tanto desnudados de todo lo que impide la habitación de Dios dentro; así se realiza el Reino de Dios. El hombre condicionado y sometido al sufrimiento se convierte en hombre espiritual, impregnado y guiado por Dios. Requiere para ello recogerse en si mismo, en soledad, negarse a si mismo y seguir el camino del espíritu, volverse un solitario para vivir lleno de todos los seres y todas las cosas.
Es importante citar por último, siguiendo al ejemplo del maestro Jesús, que el camino no se completa hasta que no “se vuelve al mercado”, esto es, hasta que el proceso de avance de conciencia no se convierta en compasión actuante y en expresión del amor. Esta es la evolución natural de todas las experiencias místicas genuinas, que se manifiestan como ejemplos del amor, o en nuestra perspectiva como el cambio de horizonte que significa la entrada en el Reino de Dios. Implica en primer lugar un proceso de vaciamiento, a fin de alcanzar la real pobreza de espíritu y la humildad perfecta. Posteriormente supone el despertar a la visión del Dios dentro, para al fin realizar la obra de Dios, que es amor convertido en obras de misericordia y unidad, “haciendo que él la realice en si mismo”.
Para ello es necesario el vaciamiento del ego y la muerte espiritual del individuo, como parte del proceso de depuración, como cita Juan de la Cruz:
Y así querría yo persuadir a los espirituales cómo este camino de Dios no consiste en multiplicidad de consideraciones, ni modos, ni maneras, ni gustos (aunque esto, en su manera, sea necesario a los principiantes) sino en una cosa sola necesaria, que es saberse negar de veras, según lo exterior e interior, dándose al padecer por Cristo y aniquilarse en todo, porque, ejercitándose en esto, todo es otro y más que ello se obra y se halla en ello. … Y porque he dicho que Cristo es el camino, y que este camino es morir a nuestra naturaleza en sensitivo y espiritual, quiero dar a entender cómo sea esto a ejemplo de Cristo, porque el es nuestro ejemplo y luz. Cuanto a lo primero, cierto está que el murió a lo sensitivo, espiritualmente en su vida y naturalmente en su muerte; porque, como el dijo (Mt. 8, 20), en la vida no tuvo dónde reclinar su cabeza, y en la muerte lo tuvo menos. Cuanto a lo segundo, cierto está que al punto de la muerte quedó también aniquilado en el alma sin consuelo y alivio alguno, dejándole el Padre así en íntima sequedad, según la parte inferior; por lo cual fue necesitado a clamar diciendo: ¡Dios mío, Dios mío!, ¿por que me has desamparado? (Mt. 27, 46). Lo cual fue el mayor desamparo sensitivamente que había tenido en su vida. Y así, en él hizo la mayor obra que en (toda) su vida con milagros y obras había hecho, ni en la tierra ni en el cielo, que fue reconciliar y unir al genero humano por gracia con Dios. Y esto fue, como digo, al tiempo y punto que este Señor estuvo mas aniquilado en todo, conviene a saber: acerca de la reputación de los hombres, porque, como lo veían morir, antes hacían burla de el que le estimaban en algo; y acerca de la naturaleza, pues en ella se aniquilaba muriendo; y acerca del amparo y consuelo espiritual del Padre, pues en aquel tiempo le desamparó porque puramente pagase la deuda y uniese al hombre con Dios, quedando así aniquilado y resuelto así como en nada. De donde David (Sal. 72, 22) dice de él: “Ad nihilum redactus sum, et nescivi”. Para que entienda el buen espiritual el misterio de la puerta y del camino de Cristo para unirse con Dios, y sepa que cuanto más se aniquilare por Dios, según estas dos partes, sensitiva y espiritual, tanto más se une a Dios y tanto mayor obra hace. Y cuando viniere a quedar resuelto en nada, que será la suma humildad, quedará hecha la unión espiritual entre el alma y Dios, que es el mayor y más alto estado a que en esta vida se puede llegar. No consiste, pues, en recreaciones y gustos, y sentimientos espirituales, sino en una viva muerte de cruz sensitiva y espiritual, esto es, interior y exterior.
Y Juan de la Cruz concluye en La Llama de Amor Viva que nuestro despertar es el despertar de Dios, y nuestro levantarnos de entre los muertos es el levantarse de Dios. Esta es la bienaventuranza de los que nacen al Reino del Espíritu, el Reino de Dios. Es la bienaventuranza de los solitarios
Gracias Pedro San Jose. Y gracias a todos lo que hacen posible la transmision de esta linea de camino espiritual. Desde tan lejos como Argentina (donde no conozco gente que enseñe este camino, teniendo como guia a Willigis), no hago más que escuchar y escuchar vuestros audios, e intento practicar el zen, hasta tanto algun día, si la vida quiere, encuentre una comunidad, porque es en ella donde realmente se puede crecer.
Muy agradecida
Patricia