Lo Divino Femenino

Dios fue siempre Diosa cuando eso importó…

"Te aseguro que si nos esforzamos con toda el alma en modelar nuestro amor y nuestra vida a imagen de los de María, la compañera del Señor, todo se nos será dado a conveniencia de nuestro desarrollo espiritual y el bien de todos los que nos rodean, pues cuando, como ella hizo, se deja actuar al amor contemplativo, se permite la actuación libre del Espíritu en nosotros, lo divino, nuestra esencial naturaleza, actuará como mejor convenga, ocupándose de todo lo que nos agobiaba y nos entretenía. De esta forma nuestra vida activa se vuelve contemplativa, y en todo momento estamos anclados en nuestro corazón, con un dulce amor que expresa la unión esencial que percibimos" 

De la "Relectura de la Nube del No Saber" – pendiente de edicción por el autor

Hemos creado un mito, un Ser Superior celoso de si mismo y de su omnipotencia, exigidor de justicia y de sacrificios, embarcado en una gesta universal de condena y salvación, hecho a imagen y semejanza de nuestra masculinidad. Con ello justificamos nuestro propio comportamiento de invasión y posesión neurotica, de defensa cruzada de nuestras grandes verdades, y de nuestra forma de acumular el poder. Nos hemos legitimado con nuestras religiones particulares. 

Asi se expresa la ortodoxia en las religiones patristicas, en el Judaismo, en el Cristianismo y en el Islam. Asi se expresan los mitos y metafísicas arquetipicas de las sectas y mitos de todos los tiempos, que se han comportado como dogmas invasores. En la época que le ha tocado vivir a la humanidad, hemos crecido con el signo de lo masculino, con el signo del Padre. Este arquetipo, bien diseñado por Jung, ha predeterminado nuestra ética individual, nuestra organización familiar y nuestra organización social. En lo individual desatando las fuerzas del Yang, de imposición de la invasión en las costumbres y de exhibición del poder; en lo familiar, sometiendo a los miembros vulnerables al macho dictador de la ley y la norma interior de la tribu, del clan y de la familia, en lo social desarrollando sociedades nomadas e invasoras, que se sienten dueñas de la verdad y del bien y lo imponen a otros, multiplicando el efecto de dominación y de explotación, que viene representado en lo económico en la economía de mercado libre y competitivo.

Durante mucho tiempo, y aun ahora en muchas sociedades, nacer mujer es una maldición, es ser el hogar de la inferioridad y de la culpa, cuando no del pecado y la depravación. En la psicopatologia de los pueblos se ha instalado, hasta el punto de influir la propia psicologia de las mujeres, el sentimiento de culpa y de sometimiento por ser mujer, y el privilegio por ser hombre que se acompaña de dominación y de mando. En el budismo, en el cristianismo, en el islam, en el judaismo y en general en todas las grandes creencias existe machismo y misoginia. La jefatura de los pueblos y de las iglesias son ejercidas por el hombre y lo masculino, y en general la practica sexual es pecado de la mujer y la mayor abominación, siendo la represión sexual elevada a los altares de todos los cultos.

Cuando la sociedad se vuelve mas tolerante, mas culta y sedentaria aparecen las diosas, como simbolo de la tierra y la fecundidad, de la vida y de la participación. Asi, las grandes diosas de la cultura védica, o de la cultura egipcia, nos enseñaron un mundo de integración y tolerancia, de cuidado y participación, que en los tiempos iniciales de nuestra era competían con los viejos y nuevos credos patristicos. En esta competencia, el Cristianismo elevo a la Madre de Jesús al culto de Diosa acompañante de la Trinidad masculina, a costa de despojarla de sus atributos sexuales, de la negación de sus atributos de mujer, proyectando la misoginia de los padres de la Iglesia hacia la negación de lo sexual como via de salvación para la mujer. Ser virgen y pura es en esos tiempos ser asexuada.

En el Cristianismo primitivo existíó la oportunidad de desarrollar un movimiento espiritual igualitario en las condiciones humanas, incluyendo la igualdad de género, aceptando el liderazgo de la mujer en las comunidades nacientes. Esto estaba en el centro de la posición original de Jesús, que hizo de Maria Magdalena su compañera y testigo primero del Reino. Sin embargo, pronto en el cristianismo jerárquico se impuso la misoginia y la masculinidad, sufriendo un proceso de jerarquización, de orientación patristica y de elevación del celibato a categoria de perfección, arrinconando a la mujer en los bancos traseros de las iglesias, y al sexo a la represión mas absoluta, al tiempo que el poder religioso se aliaba con el poder civil para mantener el dominio material y espiritual sobre los pueblos.  

El resultado de este proceso fueron las guerras de religión, las cruzadas xenofobicas, la Inquisición, que llevo a la muerte a decenas de miles de mujeres, la intolerancia religiosa, y la obsesión de la ortodoxia en contra del divorcio, el aborto y el pecado sexual, con el subproducto miserable de la pederastia interior de los presbíteros. El signo del macho ha sido, lamentablemente, equivalente a la degeneración y depravación que ha habido en las actitudes más intolerantes de los credos. 

Si consideramos, como es mi convicción, que la orientación femenina es sinónimo de inclusión, de participación, del cáritas y del amor incondicional, de  comunión y de la tolerancia original de los fundadores hacia todos los seres, a lo largo de los siglos surgieron resistencias y rebeldías frente a las exageraciones machistas del poder civil y religioso. Asi la rebeldia interior del poverello de Asis, el movimiento de las beguinas y la tradición del amor místico que cautivo a Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, asi como la experiencia de Unidad de Eckhart, Taulero y tantos otros. El movimiento místico de todas las tradiciones sigue esta orientación femenina del hecho religioso. Donde lo masculino tiende a la separación y la exclusión, lo místico femenino tiende a la inclusión y la unidad, donde lo masculino llevado al estremo del machismo espiritual tiende al odio religioso, al dogma impositivo y a la intolerancia con otros credos, lo femenino tiende a la aceptación, a la inclusión, al anti dogmatismo y a la participación ecuménica. La experiencia mística es la experiencia del amor entendido como el entramado básico original, y por tanto establece la interconexión entre todos los seres. Esto expresa la naturaleza femenina de lo divino. 

Conviene no establecer el debate religioso en términos de feminismo contra machismo, pero la rectificación hacia los atributos de la feminidad en la experiencia religiosa es el signo central de la evolución. Por ello, podríamos decir, que la maduración espiritual, igual que la maduración de la sociedad civil, se expresa de forma que junto a la masculinidad existente aparezca un proceso poderoso de maduración humana que coloque nuestro componente femenino en condiciones de igualdad. Así, a la fuerza, coraje y racionalidad que constituye la fuerza motora de la civilización, ha de unirse la tendencia creciente a colocar la inclusión, la participación, el respeto humano, y el amor por todo lo existente, en el centro de nuestro desarrollo. La integración de lo masculino y de lo femenino es el proceso interior culmen de la experiencia espiritual. Quizás así, en la celebración de la vida, podamos rescatar nuestro linaje de tanta depravación y tendencias opresivas. En ese momento, cuando juntos hombres y mujeres hayamos rescatado a nuestro linaje de su tendencia autodestructiva podremos decir justamente que " Dios siempre fue Diosa cuando eso importó"

PEDRO SAN JOSÉ

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1 respuesta a Lo Divino Femenino

  1. Dulce Mayo dijo:

    Estoy convencida, como tu, que no conviene establecer ningún debate en términos de feminismo contra machismo, tampoco el religioso, y confío en que el signo central de la evolución sea el camino hacia la integración de Dios y Diosa en cada mujer y cada hombre.
    Pedro, gracias por estas reflexiones

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