Beguinas

 

Las beguinas eran una asociación de mujeres cristianas, contemplativas y activas, que dedicaron su vida, tanto a la defensa de los desamparados, enfermos, mujeres, niños y ancianos, como a una brillante labor intelectual. Organizaban la ayuda a los pobres y a los enfermos en los hospitales, o a los leprosos. Trabajaban para mantenerse y eran libres de dejar la asociación en cualquier momento para casarse.
Organización
No había casa-madre, como así tampoco una regla común, ni una orden general; sino que cerca de los hospitales o de las iglesias donde establecían sus viviendas en sencillas habitaciones donde podían orar y hacer trabajos manuales, cada comunidad o beguinage, estaba completa en sí misma, y organizaba sus propia forma de vida con el propósito de orar y servir como Cristo en su pobreza.
Una carta de 1065 menciona la existencia de una institución similar al beguinaje de Vilvoorde en Bélgica. Desde la región de Lieja el movimiento se difundió desde el siglo XII rápidamente por Holanda, Alemania, Francia, Italia, España, Polonia y Austria. Algunos beguinages, como los de Gante y Colonia llegaron a contar con miles de integrantes. El extenso renacimiento religioso que originaron los beguinages, también trajo sociedades similares para los hombres, los begardos.
 
Nombre
Sobre el origen de los nombres beguina y begardo hay varias hipótesis:
■ por Lambert le Bègue, sacerdote de Lieja quien habría fundado la asociación; fue crítico de las costumbres del clero, traductor de los Hechos de los Apóstoles y las Epístolas de Pablo, autor de Antigraphum Petri, acusado de herejía, murió en 1180, después de haber fundado una iglesia y claustro para viudas y huérfanos de los cruzados en su pueblo nativo. El apelativo le bègue significaría "el tartamudo".
■ deriva de beghen en flamenco antiguo, con el sentido de pedir (pedir al orar o tal vez peyorativamente, pese a que en realidad nunca fueron mendicantes).
■ por Bega, santo patrón de Nivelles, en donde, según una dudosa tradición, el primer Beguinage fue establecido.
■ por el hábito de color beige de lana burda, parecido al de los «humillados» de Italia.
 
Literatura
 
Vivienda o conventillo de beguinas en el barrio de Bad Cannstatt, Stuttgart, Alemania.
La beguina mística más famosa es sin duda Hadewych de Amberes (hacia 1240), autora de varias obras en poesía y en prosa. En Amar el Amor escribió:
Al noble amor / me he dado por completo / pierda o gane / todo es suyo en cualquier caso. / ¿Qué me ha sucedido / que ya no estoy en mí? / Sorbió la sustancia de mi mente. / Mas su naturaleza me asegura / que las penas del amor son un tesoro.
En Alemania aparece como cumbre de la mística del amor Matilde de Magdeburgo (12071282), con su escrito La luz que fluye de la divinidad. Mal vista por la jerarquía eclesiática tuvo que buscar refugio en el convento de Helfta.
Como escritoras, las beguinas encontraron el obstáculo de ser laicas y mujeres, pero alegaron el mandato de la inspiración divina. En este sentido, las beguinas rivalizaron con el poder eclesiástico y su patriarcal, al considerar la experiencia religiosa como una relación inmediata con Dios, que ellas podían expresar con voz propia sin tener que recurrir a la interpretación eclesiástica de la palabra divina.
Entre las beguinas más ilustres vale la pena recordar a María de Oignies, a Lutgarda de Tongeren, a Juliana de Lieja y a Beatriz de Nazaret, autora de Los siete grados del Amor. Se considera que las beguinas, junto con los trovadores y Minnesänger, fundaron la lengua literaria flamenca, francesa y alemana. Participaban en la apertura del saber teológico a los laicos, arrancándolo del latín clerical y vertiéndolo a las lenguas vulgares. La traducción de obras del místico alemán Johannes Eckhart y la divulgación de su propia obra le costó la hoguera en 1310 a Margarita Porete, autora de El Espejo de las Almas Simples que dice:
Teólogos y otros clérigos / no tendréis el entendimiento / por claro que sea vuestro ingenio / a no ser que procedáis humildemente / y que amor y fe juntas / os hagan superar la razón, /pues son ellas las damas de la casa.
 
Decadencia
La condena de Margarita fortaleció a los enemigos de las beguinas y a instancias del Papa Clemente V fueron condenadas por el Concilio de Viena en 1312, que decretó que "su modo de vida debe ser prohibido definitivamente y excluido de la Iglesia de Dios"; pero esta sentencia fue mitigada por Juan XXII en 1321, quien permitió que las beguinas continuaran con su estilo de vida, ya que "habían enmendado sus formas".
Posteriormente las autoridades eclesiásticas tuvieron frecuentes roces con las beguinas y begardos. Durante el siglo XIV los obispos alemanes y la inquisición condenaron a los begardos y varias Bulas se emitieron para someterlos a la disciplina papal.
El 7 de octubre de 1452 una Bula del papa Nicolás V fomentó el ingreso de las beguinas a la orden carmelita. Para colmo, Carlos el temerario, duque de Borgoña, decretó en 1470 que gran parte de los bienes de las beguinas pasaran a manos de las carmelitas. De una u otra forma se presionó a las beguinas a ingresar a una comunidad de monjas o a disolverse. En el siglo XVI la desconfianza en las beguinas creció, pues fue frecuente que se unieran a la Reforma, especialmente al anabaptismo.
En el siglo XVIII más medidas se tomaron para refrenar a las beguinas. Sin embargo, aún había beguinas en Bélgica en el siglo XX.
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