EL CAMINO ESPIRITUAL DE LA CONTEMPLACIÓN

EL CAMINO DEL CRECIMIENTO ESPIRITUAL

En el desarrollo del crecimiento personal en el espíritu existe un proceso que lleva desde el devoto que se rige éticamente pero que no abandona su ego ni sus intereses hasta el que se funde en amor perfecto, perdiéndose para el mundo. Recordemos las palabras de Jesús:

Cuando se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?" Jesús le dijo: "¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre”. El hombre le respondió: "Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud". Jesús lo miró con amor y le dijo: "Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme". El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes. (Mc 10: 17-22)

Así pues el primer paso en el crecimiento espiritual es llevar una vida ética, orientada en el cumplimiento con los semejantes, en el que todavía no se ha abandonado el lugar común, ni se ha arriesgado en la perdida de identidades ni se ha profundizado en la contemplación.Es lo que el autor de LA NUBE llama el grado común. En este periodo es necesario centrar la vida en sanar nuestras neurosis, en recuperar las asignaturas pendientes de nuestra vida, y en integrar nuestro yo, como una identidad mental sana. Pero la presión que tiende a hacer crecer toda conciencia espiritual también te alcanzo a ti…  exigiéndote un mayor desarrollo y crecimiento. Es la llamada a abandonar los lugares seguros y comunes para seguir el destino del amor, al que el Maestro te llama. Supone un salto en el nivel de conciencia hasta el yo global, caracterizado por la pérdida de seguridades e identificaciones y la ruptura de las barreras que te impiden sentir lo común como tuyo propio. Este es el espacio del grado especial, que te marca el maestro cuando te dice, …Ven y sígueme…. Este espacio o grado, el del contemplativo en la acción, implica un proceso de depuración y vaciamiento que ha de producirse en el silencio de tu contemplación, y que incluye el proceso de desapego y de liberación que te es necesario. A partir de ahí te convertirás en un servidor del Reino, en un militante de la nueva noticia que es la aparición de la vida divina en nosotros. Posiblemente servirás en este grado en multitud de facetas y actividades, pero volverás una y otra vez a escuchar el silencio, y resolverás tu disolución en medio del mundo. Actuarás continuamente al tiempo que permanecerás en calma en tu silencio y desidentificado de tus roles y atribuciones, libre por fin para servir. Aun así, si profundizas mas en el silencio, puedes avanzar hacia el grado singular, en el que eres un servidor del Reino entregado completamente a la tarea, en el que tu parte contemplativa se acrecienta, y a través de ella vas abriéndote a nuevos espacios de luz. Harás todo como el que nada hace, y habrás roto con cualquier recuerdo de un yo egoísta que era el motor de tus acciones. Serás solo el espejo del divino, y tu vida será dedicada a la salvación de todos los seres. El espíritu brillará en ti y serás puente hacia la nueva forma de existir, un ser singular que nos será dado como una bendición y una llamada. En este estadio el autor de LA NUBE defiende la opción de una dedicación completa a la contemplación, como la obra de contribución personal a la salvación de los seres. Por fin si sigues avanzando en tu crecimiento, en tu vaciamiento y en tu perdida, alcanzarás el grado perfecto, que es el atributo de la vida unitiva, de la conciencia unitiva, en el que tu contemplación solo tendrá el foco del centro de todas las cosas, y tu vida solo será amor. En este proceso serás autentico si mantienes el espíritu de humildad que es propio de los que abandonan una vida centrada en el ego. Para ello habrás de reconocer tu avance desde la gratitud y la humildad. Humildad es andar en verdad, y por tanto centrarte en el presente. Abandonar toda ansiedad sobre el comer, el vestir o el vivir, y seguir tu curso sin desmayo.

¿CUÁL ES LA TAREA DE CONTEMPLACIÓN QUE DEBO EMPRENDER?

En primer lugar debes vaciarte de preocupaciones, asuntos y situaciones ordinarias. Esto puede parecerte anormal, como si no te importara nada, pero en la preparación hacia la práctica del espíritu, este vaciarte es esencial. Tu corazón debe orientarse al inicio de tu práctica en un suave movimiento de amor, que significa que vas a centrar tu atención en una actitud amorosa pasiva, esto es donde no has de actuar ni forzar nada. Es más un vaciarte que un llenarte. Este vaciarte te lleva necesariamente a la oscuridad, para la que necesitarás un método que te explicaré… Pero aprende en cualquier caso a permanecer en esa oscuridad. Vuelve a ella tantas veces puedas, dejando que tu espíritu grite en aquel a quien amas… Contemplación es la manifestación plena de la vida divina en ti, de forma que desde tu nuevo mirar, haga resplandecer la vida divina en todo lo que existe a tu alrededor. A partir de esta nueva forma de ver tu capacidad de amar quedará potenciada de forma natural siendo tu vida a partir de ese momento un poema de amor y de belleza completa. Y esta es la esencia de la vida eterna. Para ello has de estar atento en cada momento. De momento en momento has de mirar auténticamente, por lo que habremos de entrenar nuestra atención para que esa mirada de amor en atención viva se manifieste. Solo en el amor es posible alcanzar esta meta, y comprender profundamente la realidad. En el amor se comparten todas las cosas, y si amas todo lo que existe es parte de tu familia. La realidad de nuestra vida divina se manifiesta en todo momento, lo que pasa es que los humanos no sabemos verlo. Como dice el evangelio de Tomas:

Sus discípulos le dicen: ¿Cuándo vendrá el Reino? Jesús dice: No vendrá por expectativa. No dirán, "¡Mirad aquí!" o "¡Mirad allá!". Sino que el Reino del Padre se extiende sobre la tierra y los humanos no lo ven (Tm, 113) Pero has de hacer tu esfuerzo, igual que como todos los maestros y maestras que nos han precedido,  avanzando en oscuridad y en luz, y transformando su vida por efecto del cultivo del amor incondicional. No te dejes engañar por ensueños ni fantasías, fruto de un espíritu orgulloso y centrado en sí mismo. Contrólalos con firmeza y afiánzate en lo que realmente eres… No fuerces tu mente de forma no natural pues puedes caer en aberraciones y en enfermedad mental. Cuando te centres en la práctica del silencio, en la forma que te diré, tendrás enfrente de ti, una oscuridad y un no-saber. Sabrás que no controlas tu tiempo, ni tu vida, ni tu progreso, pero aceptarás estar en medio de esta oscuridad donde no sabes nada. Este no-saber es como una nube del olvido entre ti, por encima de ti y por debajo de ti. Olvido de todas las cosas, olvido de todas las imágenes, olvido de todas las formaciones mentales y todos los razonamientos. Olvido de todas las recomendaciones y consejos, por muy santos que estos sean. Te olvidarás también de la imagen que tengas de Dios, o del Espíritu o de la naturaleza esencial, o del futuro de transformación. Todo ha de quedar en esta espesa oscuridad. Por ello para penetrar continuamente en ella has de hacerlo con coraje, pues sientes un vértigo a no encontrarte, y a no encontrar, pues aun esto lo olvidas en la obra de contemplación. La esencia de la obra que has de realizar es una atención viva amorosa. Es un amor sin objeto, pues toda interpretación de los objetos o sujetos que amas has de reducirlo al olvido. Amar sin objeto es mantener en ti una actitud de espera, abierta de par en par, a la incertidumbre y al no saber. Tu práctica no ha de ser por tanto una quietud cerrada y autosuficiente, que ya parece tener todo lo que necesita y que se cierra al mundo y a los seres. Por el contrario, será una práctica abierta, una práctica que continuamente se pregunta sin dogmatizar en las respuestas. Incluso dejando las preguntas sin respuesta. Así, cada cosa, cada suceso, cada instante será una apertura, una ocasión de aceptación y de comunión. Esto es amar sin objeto, que es lo mismo que amor universal. Mientras esto haces, simplemente alimenta en tu silencio un ansia viva a la vida divina que crece en ti, y que se manifiesta en todas partes. En este proceso en el silencio de tu vida has de sostenerte por una fe viva en que el proceso que ha de transformarse en vida divina ha de darse. Una esperanza confiada, que en esta obra has de ser guiada, y aunque parezcas perdida no has de perderte. Y por último la esencia de la caridad, que es comunión con la acción que has emprendido, con todas las circunstancias y momentos que son las ocasiones de tu contemplación.

LA PRÁCTICA DE LA CONTEMPLACIÓN

EL MÉTODO DE LA CONTEMPLACIÓN

¿Qué tengo que hacer en el silencio? Me preguntas. ¿Cómo debo conducirme? Cuando estés en el comienzo de la práctica, en primer lugar has de encomendarte al ser divino que es tu propia esencia, aunque no  lo percibas ni se te manifieste, diciéndote que tu búsqueda va dirigida solo a su manifestación en ti. A continuación desenfoca tu atención de tus pensamientos, sentimientos o memoria, por mucho que el objeto de los mismos sean buenos y santos, y dirige tu atención solo al centro de tu vivir, al medio divino en el que estás sumergida. Esto es como decir que pienses el no pensar. ¿Y cómo he de hacer eso, me preguntas? No te angusties, pues habré de guiarte en cada paso. Tú solo ten fe, confía, dirige una suave intención de amor en tu silencio. Elige una palabra o sonido, al que no puedas atribuirle ningún significado o pensamiento directo, o interpretación, y utiliza esta palabra como el sostén en toda tu práctica. Esta palabra o sonido, ya sea ¡AAAAA! ¡MUUUU! ¡OOOOM! u otras han de guiarte como si fuera el sonido del mar en la orilla de tu vida, va y viene continuamente y tú no dejas de prestarle atención, mientras esperas abierta en cada instante. Este sonido ha de ser usado como un mantra, que nunca desaparece y que se mueve al ritmo de tu respiración. Armoniza tu atención al sonido que no deja de sonar dentro de ti y hazle presente en la inspiración y en la espiración. Vuelve continuamente a centrarte en tu sonido siempre que te distraigas y te des cuenta, con atención viva. No te entretengas combatiendo tus distracciones, ni discutas contigo misa por escaparte con tu imaginación o con tus emociones. Simplemente vuelve a tu palabra o sonido, que ha de llenarte por completo, mientras te abres sorprendida al discurrir de cada instante. Tu obra de contemplación es una obra de ser, no de estar o hacer, por lo que tú serás el sonido, hasta el momento en que solo exista el sonido, pues no habrá en ti ni rastro de tú o yo en el silencio que resuena. Golpea con tu sonido la nube en la que estas inmersa. Cada razonamiento, cada pensamiento, cada recuerdo que te aparezca le responderás con tu sonido, de forma que cada cosa que llegue la dejarás ir para que caiga en el olvido y tú seas solo este momento presente, en el que solo existe un sonido que se repite en cada respiración. Tu respiración se habrá vuelto abdominal, desde el Hara, centrando toda tu atención en ese punto, por lo que tu conciencia estará centrada allí, desde donde surge el sonido en cada respiración. Eres solo este sonido,  recuérdalo.  Un maestro decía que has de ser como una gran montaña, bien asentada en el suelo, inamovible, mientras las nubes y los pájaros pasan enfrente de ella. Tu enraizamiento en el suelo, y tu decisión completa en no irte con los pensamientos (las nubes y los pájaros) hace que tu práctica sea un ejercicio poderoso, un tambor resonante de presencia en este momento. Y tu intención es abrirte y vaciarte de todo con tu palabra que resuena en ti como una espada, que va cortando cada pensamiento que surja, que va haciendo desaparecer en la nube que te envuelve cada sensación o experiencia que intente captarte. Toda tu alma, toda tu vida es abrirte a este sonido interminable que todo lo contiene. Para abrirte a ello habrás de renunciar a todo lo que quiere atraparte. Y habrás de hacerlo al principio con esfuerzo y disciplina, hasta que llegue el momento que sea esta una tarea suave, gozosa y acogedora. Tu actitud es de atención amorosa  en todo momento, interpretada como esa apertura al espacio vacío, interpretada como un interrogante sin condiciones. Es este un esfuerzo continuo que al principio te sonará no natural, pues tu hábito ha sido y es cabalgar con tus pensamientos e imaginación allí donde ellos te lleven; y ahora te obligas a quedarte aquí, a retener este ir de un lado para otro, y a mantener tu atención en un punto sin objeto. Por ello todo esto te llena de oscuridad y dureza, y no perseverarás si no tienes clara y decidida tu entrega a esta obra de contemplación en la que te va la vida.

DUDAS Y REFLEXIONES EN TORNO A LA PRÁCTICA

¿Qué hacer con los pensamientos, fantasías o emociones? Es evidente que estas potencias son las que utilizas para moverte y vivir en tu vida ordinaria. Tu aparato mental es maravilloso, pues te permite discernir y reflexionar, así como obtener procesos de interpretación e identificación con lo que existe. Sin embargo el problema es cuando te identificas de forma excluyente con este aparato mental y emocional. Entonces cierras la puerta a otras formas de conocer y experimentar. En tu vida activa, ordinaria, tus pensamientos es el foco de tu atención y así ha de ser. Pero como contemplativo añades en tu vida ordinaria otra perspectiva, que te permite extender el ámbito de tu contemplación a las actividades comunes. Para ello deberás vaciarte de pensamientos y emociones durante el tiempo de tu contemplación, que es en silencio y quietud, y que debe ser considerado, al menos en los grados comunes y especiales, como entrenamiento para la vida ordinaria. Por ello el proceso evoluciona para ti desde la comprensión mental del mundo a la apertura a otras formas de conocer y a otros contenidos que no puedes explicar. A través de ellos avanzas en la comprensión intuitiva de los fenómenos, la belleza del mundo, su bondad y maravilla. Desde aquí, si profundizas en tu contemplación hacia el grado especial te introduces de nuevo en la nube del olvido, en la que incluso esta forma de conocer, intuitiva y directa, ha de ser olvidada, y te entregas por completo a la contemplación del Misterio, en la que la formación de pensamientos e imágenes estorban. En ese momento todo es oscuridad y nube de no-saber, en la que como practicante te enfrentas al espíritu puro que todo lo inunda. En este estado todo pensar, sentir o percibir estorba. En el estadio avanzado de la vida contemplativa te encuentras unido y en manifestación con tu ser espiritual en una comunión de amor y de deseo que se extiende a todo lo que existe. Por ello cualquier actividad se convierte desde esta visión en un canto de amor. Y la práctica contemplativa se vuelve liviana y gozosa, siendo sencillo entonces renunciar a cualquier experiencia del pensar o del sentir, para abrazar la oscuridad en la que el espíritu habita. Por ello, desde donde estás ahora haz firme determinación de renunciar a todo tipo de pensamiento y sensación durante tu práctica, arrojando todo lo que aparezca en la nube del olvido, para atarte por completo a la oscuridad que ha de llevarte al avanzado estadio al que aspiras. Vuelve pues una y otra vez a la práctica oscura de repetir tu sonido, tu palabra, que te conduce en esa oscuridad, y rechaza en todo momento los pensamientos y reflexiones que surjan, aunque estas sean buenas y armoniosas. Te lo repito, no te regañes por distraerte, no discursees contigo mismo por desviarte. Mira por encima de ellas como si miraras por encima del hombro, colocando tu atención en el foco que te guía en la nube del olvido.  Simplemente vuelve suavemente a practicar la plena atención. Una y otra vez. Esta es la única labor que debes hacer y la mas aprovechable, por encima de discursos y visiones, incluso aunque sean las mas excelsas. Eso quiere decir…si te encuentras con el Buda mátalo, si te encuentras con el Cristo, mátalo. Hasta la superior imagen que puedas tener sobre Dios o la divinidad es un estorbo en tu práctica. Si te encuentras en ocasiones realmente exhausto de luchar con tus distracciones haz como que te rindes a ellas, como si fueras un cobarde o cautivo de las mismas. En esta actitud te doblegas en humildad y admites la radical impotencia de tu naturaleza. Al hacerlo paradójicamente te haces totalmente dócil y disponible a lo divino. Entonces notarás para tu sorpresa que el camino se abre y se hace claro y sencillo, haciendo entonces que el esfuerzo sea leve y la carga llevadera. ¿Cómo distinguir entre distracciones y las tendencias mentales dañinas? Nuestra actitud mental tiende naturalmente a aceptar y rechazar, manipular y escoger, discriminar y desear. En esta forma de relacionarte con las cosas, los seres y los fenómenos, propia de una mente apegada, abres el espacio para ser sujeto de envidias, celos, posesión neurótica, odios y violencia que están en la raíz de todo sufrimiento humano. Tu apego neurótico a tantas cosas se convierte en el medio para la destrucción del espíritu. Este proceso en el que fácilmente te puedes ver imbuida es la causa de tu posible abandono de tu vocación contemplativa, y por tanto su eliminación debe ser tu tarea primera. Si te dejas llevar, sin que te des cuenta te verás inmersa en un proceso de revisión mental de circunstancias y situaciones que te llevarán a verte esclava de esta tendencia a elegir y rechazar que no son más que afirmaciones egoístas de tu individualidad, y formas de defender la falacia de tu propia existencia separada que sientes amenazada y demandante. Este proceso es algo más que las distracciones de las que te hablaba y será el camino más recto para separarte de tu obra contemplativa, pues rompe la ecuanimidad necesaria de tu espíritu y te crea una burbuja artificial de certidumbre donde la nube del olvido no puede penetrar. Es un proceso de afirmación mental que cierra el espacio del amor que has de crear en la oscuridad abierta a la que te he llamado. Cuídate pues de estos ejercicios por muy naturales que te parezcan. Ojala puedas con el tiempo también ir reduciendo su influencia en tu propia vida ordinaria, aunque al hacerlo parezcas menos listo y aparentemente creas que te aprovecha menos. Si logras reducir tu tendencia natural a escoger y rechazar, abrirás la puerta a la aceptación de todo como parte de la misma realidad, y al espacio abierto y vacío que es la nube del no-saber. Este espacio vacío, que realmente está lleno de significado se extenderá con el tiempo a tu vida ordinaria y la iluminara, creando las condiciones para una nueva forma de vivir desde el amor. Tu actividad de contemplación tiene por tanto mucho de desapego, de vaciamiento de esta tendencia natural. Apártate de lo que consideras seguro y es inseguro, de aquello que aparentemente te va a dar felicidad y es fuente de sufrimiento. Mantén para ello una atención viva en todo lo que hagas, para así percibir las raíces de lo que puede atarte. No caigas en la pereza, el orgullo o la codicia, verdaderos asesinos del espíritu. Estas tendencias dañinas habitualmente comienzan con actitudes aparentemente benevolentes de dejar hacer, de defensa de lo propio, o de aprecio del yo. No te dejes engañar. La práctica de la contemplación es una actividad no abierta a todos, pero una vez emprendida requiere un proceso firme de depuración de intenciones y de limpieza de las aparentemente tendencias inocentes de defensa del yo, especialmente cuando esta inclinación puede llevarte a una cadena sin fin de sufrimiento.  Has de vigilar pues con atención plena en cada momento, para aprender a rechazar desde el principio cualquiera apego. Debes aprender a disfrutar de la vida y de sus bienes, de toda la maravilla de la creación pero como transeúnte, sin querer agarrar nada, y sin que consideres que algo te pertenece o puedes poseer para siempre. El apego lleva a la pereza y la pereza al cinismo, que será, si lo permites, la muerte del camino que has comenzado.

LA HUMILDAD, EL DESPOJAMIENTO Y EL OLVIDO SEGÚN LA NUBE

Tu tarea es simple. Todo consiste en estar aquí, continuamente en actitud atenta, con el deseo encendido en el amor, golpeando la nube del No-saber continuamente con tu deseo en cada respiración, mientras lo abandonas todo, sueltas tus lugares comunes y te sanas de tus alucinaciones y miedos. La propia práctica contemplativa, si te entregas a ella con decisión será tu terapia para esos impulsos a refugiarte y enrocarte en la individualidad de tu yo mental. Debes vivir como viajero de paso, sin equipaje y listo para marchar, como ordenaba el maestro cuando

…les prohibió coger nada para el camino, solo un bastón, ni pan, ni alforja, ni dinero en la faja; llevar sandalias sí, pero no ponerse dos túnicas (Mc 6: 7-9) El se dirigía continuamente al Padre que habitaba en su corazón durante la noche, hacia continuamente la obra divina como profeta de paso, y por amor no tenia siquiera donde reposar su cabeza. En este proceso de vaciamiento dejas espacio para mirar realmente, dejas espacio para ver lo que existe, y eres fuente de multitud de obras buenas, que surgen de un corazón despojado. Cuanto más vacíes tu interior de telarañas y ataduras mentales, más lista estarás para la obra del amor.  Sentirás en ti el crecimiento del amor a todos los seres, mientras te afincas en el atributo de autenticidad de tu camino: la humildad perfecta.

De la humildad imperfecta

Porque un primer paso en el camino de tu humildad es el reconocimiento de tus limites, de tu vulnerabilidad y tus debilidades. Este reconocimiento es bueno, pues te permite ver de frente tus heridas y todo aquello que te limita. No debe ser la fuente de una nueva neurosis, sintiéndote incapaz de cualquier avance, sino tan solo el punto de partida para tu trabajo, y también el antídoto contra cualquier pretensión petulante y de orgullo. Para que este reconocimiento no sea paralizante deberás reconocer al tiempo la semilla divina que hay dentro de ti, que se convierte así en una experiencia abrumadora, cuya aceptación es clave pues te llena de responsabilidad en tu trabajo. Eres débil y vulnerable, pero al tiempo eres templo del espíritu. Desde ahí, en la combinación de ambas realidades surge la humildad que llamaré imperfecta, pues está basada en el reconocimiento negativo de tu condición y limitación, al tiempo que atisbas la realidad que has de alumbrar en ti. Este proceso de aceptación de ti misma es muy adecuada al comienzo de tu práctica, que va acompañado de un despojamiento de todo aquello que creías seguro y la base de tu vida. Significa que en tu práctica, extensible a tu vida activa, has de dejar todo apego, toda seguridad, toda identificación con un lugar, una familia, una profesión, una forma de ser o un carácter. Has de renunciar a tu derecho sobre unos bienes, sobre un cuerpo o sobre una forma de pensar. Te sorprenderá este despojamiento tan radical. Ya te lo dije. Disfruta de la vida y de sus bienes, acepta en profundidad toda ocasión de ser parte de la belleza y las maravillas del mundo. No es un lugar maldito. Es realmente la misma manifestación de que tú, de la vida divina. Pero hazlo como transeúnte, como viajero de paso, que no se lleva nada de instante en instante. Esto es lo que justifica esta renuncia radical. Esta renuncia la harás en tu práctica contemplativa, en tu silencio en el que te introduces una y otra vez en esa nube purificadora, en la que vas dejando cada cosa que aparezca. En esa contemplación oscura actúas como si no hicieras nada, pero todo se está haciendo. En tu vida ordinaria esta renuncia y este despojamiento reverbera, de forma que te resulta más fácil aceptar tus limites, al tiempo que aceptas no tener nada, no poseer realmente nada, y prácticas el presente mientras te introduces en el fluir del cambio, que no deja nada fijo. Aceptas la contingencia y la inpermanencia de todas las cosas comenzando por lo que te pueda resultar más querido. Cuídate de no cubrirte con la droga de la insensibilidad, otra gran tentación, pues habrás equivocado entonces el camino de nuevo. El contemplativo en la acción es la persona que, por formar parte real de todo lo que existe, vive de forma más lúcida el drama de la existencia, y el carácter doliente de la evolución; siente en cada momento, se compromete con las cosas, pero es también un espíritu libre que ha trabajado para soltar las ataduras y para abandonar las cosas y los seres cuando es necesario. El contemplativo es principalmente una existencia en manifestación presente. Acepta el cambio como la real naturaleza de todo, y fluye con el cambio sin ofrecer resistencia. Para crear en ti ese espíritu contemplativo, que hará revolucionar tu ser en el vuelo espiritual, es necesaria la práctica sin descanso como te he recomendado. Pero esta constatación de tu punto de partida, que configura tu humildad inicial, ha de evolucionar también hacia la humildad perfecta.

De la humildad perfecta

¿Y qué es la humildad perfecta? Es el resultado de la experiencia contemplativa cuando la comunión en el silencio se da. En esa experiencia el contemplativo avanzado se siente fuera de sí, no preocupándose en absoluto si sus acciones son buenas o malas, perfectas o imperfectas. Es esa experiencia donde el elegir o rechazar desaparece, y únicamente se actúa desde el amor que se consuma en la unión del silencio. Desde ahí se aprende a mirar las cosas realmente, formando parte de ellas, y viendo la realidad tal y como es. Por ello la actitud resultante es una actuación desde el no yo, o por así mejor decir desde el no-dos. Ahí no existe humillación pues no hay nada que humillar y no existen límites pues no hay castillo que defender. Solo hay acción desde la realidad, y solo hay contemplación desde el vaciamiento completo. Esta es la humildad perfecta, respecto a la cual uno u otro habremos de tener atisbos o avances. Acepta en cualquier caso que mantendrás un itinerario desde el primer grado de humildad al segundo, avanzando en la depuración y la transición tanto más cuanto los frutos de tu contemplación maduren. La humildad perfecta es el estado natural cuando se da la aparición de la vida divina en todos los seres. En un estado de despojamiento, el espacio para que el mundo del espíritu sea creado, y este espacio es la aceptación de lo divino, que lleva necesariamente a la muerte del yo y la aceptación de que todo se hace en ti, más que tú lo haces. La obra divina se hace a sí misma en el seno de ti, por lo que tu actitud es de aceptación y profunda humildad.

La falsa humildad

No es posible la instauración de la vida espiritual, divina, en tu existencia, si no has realizado la labor de despojamiento y vaciamiento. No puede nacer si sigues atada. Si lo intentas, esto es, si pretendes avanzar en tu vida contemplativa sin que hayas resuelto tus neurosis y ataduras, tus apegos y tu centramiento egoísta, solo conseguirás una patología mas horrorosa, basada en el orgullo que confunde lo que no es merito propio en propio merito. El falso practicante en esa situación se cree especial por haber alcanzado experiencias cumbres en la práctica, atribuyendo a sus propios meritos haber alcanzado niveles avanzados de conciencia, y busca el sometimiento de otros a su autoridad espiritual, considerándose de vida superior por derecho propio. Se crearan entonces caracteres desordenados que han sido causa de sufrimiento para los que lo padecen y los que dependen de ellos, siendo también motivo para desistir de la práctica que tan mal ejemplo da. Cuídate de estos falsos contemplativos, que no han realizado las tareas necesarias primero, y que no viven su práctica desde la humildad que te he descrito. También es un camino erróneo revolverse obsesivamente en la neurosis del que se siente pecaminoso y culpable. Te encontrarás practicantes de la vía que se gozan en auto inmolarse y considerarse bajos y ruines, castigándose físicamente y psicológicamente. Tenderán a rechazar el mundo como un lugar de pecado y considerar que el cielo al que aspiran está lejos e inalcanzable. Vivirán desde la penitencia y el rechazo del mundo. Este es para ellos el espacio de las fuerzas del mal, en vez del medio divino parte continua de la misma naturaleza que ellos mismos. Durante muchos siglos esta actitud ha sido fuente de sometimiento y esclavitud, y paraliza los avances del espíritu, pues considera que la perfección solo es alcanzable tras la destrucción del cuerpo y el mundo pecaminoso, en la ilusión de otra vida. Esta humildad es falsa, pues no reconoce la verdadera naturaleza de todo lo existente. Por eso te decía que el reconocimiento de tus limites ha de ir acompañado de la aceptación de la semilla divina dentro de ti, que ha fructificar aquí y ahora si no quieres caer en tamaña desviación. El amor, compañero de la humildad Por ello el reconocimiento de la semilla divina, y el cultivo del amor contemplativo que ha de conducirte en tu práctica, es el camino seguro que te rescatará de tu limitación y te conducirá a tu nueva forma de vivir. Tenlo muy presente. La práctica del amor contemplativo, que yo he orientado como la apertura completa en el vaciamiento dentro de la nube, es el arma poderosa que ha de transformarte. Ese amor que vives en lo secreto, y que orientas al comienzo de tu practica de una forma personal, con ansias y deseos hacia el espíritu, que le das forma e imagen de Dios, pero cuya forma e imagen también pierdes en el No-saber, es tu arma transformadora. En ella aceptarás que se haga en ti la voluntad del designio, que se obren maravillas, mientras permaneces vaciada y abierta a la incertidumbre, y con coraje acoges cada instante, y en actitud amorosa abrazas cada momento de tu vida. Este es el camino de tu transformación. Pues el amor y del deseo ferviente hacia tu vida divina, ha de acompañar continuamente tu visión directa de la realidad, que es otra forma de definir a la humildad. Ya que amor sin objeto es aquí apertura y coraje en la oscuridad, es reconocimiento y pregunta, es aceptación de cualquier cosa que pase y  es visión en el no-saber, y por tanto condición imprescindible para ver, solo posible si se mantienen los ojos abiertos, y se acepta que no sabemos lo que sigue, y a pesar de ello continuamos andando. Te hablo de forma figurada, para aclararlo mejor, pero en la práctica y en tu vida esto se resume en un actitud concreta, que te mantiene abierta en cada acontecimiento, en cada instante de silencio o de acción, y que te permite reconocer el Misterio, y aceptarlo, y hacerlo parte de tu vida, mientras te mantienes vacía. Si estás en esa actitud lo comprenderás meridianamente. Si no estás, si te has desviado, mis palabras te sonarás vacías e incomprensibles. Déjate pues guiar y comienza en la práctica tantas veces como sea necesario hasta que esta unión del amor que te alumbra y la vida en humildad se conjuguen de forma natural. Y te añado que aunque tu actitud amorosa es sin objeto, esto tendrá una consecuencia muy práctica, pues te orientará hacia la caridad, que es el amor práctico a todos los seres.  Jesús hablaba menos de amor en general y más en los efectos prácticos de la caridad: da de comer al hambriento, de beber al sediento, de vestir al desnudo etc. Esta actitud de caridad se alimenta de la identificación con todo lo existente que se cultiva en el silencio de la contemplación, en la que la atención amorosa se convierte en la aceptación como propio de todo lo existente

Condición para la práctica

Una condición es necesaria para que la pureza de tu práctica prevalezca: que tu contemplación se haga pura y radical y permita ser extendida a tu vida ordinaria y no al contrario. Reconozco que en nuestro tiempo, cuando el ideal singular para la mayoría de nosotros es ser contemplativos en la acción, es a veces difícil entender esto. Incluso hay muchos que dan poca importancia a esto de estar en silencio en la práctica de la contemplación. Indican que lo importante es permanecer vigilante en atención viva ante todos los acontecimientos, y que esto es suficiente. Sin embargo yo te digo que necesitas apartarte, abandonar todo y refugiarte en la nube del olvido, pues si no tu camino será entorpecido por las mil y una cosas, y corres el peligro de no reconocer la semilla que llevas dentro, viviendo solo como hombre y mujer de tu tiempo que cultiva el control mental, pero que tiene dificultades  en la labor de vaciamiento que es necesaria. Por ello es necesario que tu práctica en el silencio ilumine toda tu actividad, pues sin ella debes considerar que puedes perderte. Y tampoco debes permitir cuando practiques en el silencio que nada te distraiga y sea objeto de tu contemplación, por muy perentorio que parezca. Como dice el Maestro, una sola cosa es necesaria,  mantener el foco de atención en esa actitud que reconoce el ser en cada instante, mientras se abre en el amor. Desde ahí toda transformación es posible. No intentes practicar tu contemplación mientras estas ocupada con diferentes cosas. Cuando el maestro Mazu Daoyi indica que la vida ordinaria es el camino, está indicando que en cada momento lo que te ocupa en ese momento es el foco de tu atención viva, ya sea barrer, leer o pasear. Para ello tu entrenamiento para tu camino es la práctica de contemplación, que en esta situación no es tu vida sino tu preparación para vivir. Esta práctica oscura debe por tanto quedar totalmente vaciada de este ir de aquí para allá en preocupaciones y reflexiones. Esto es así de tajante. No te confundas. En nuestro mundo moderno esta práctica de “no hacer nada en el silencio” puede parecer trasnochada y absurda. Encontrarás muchos que comienzan a practicar “para probar”, y que muy pronto se cansan y lo dejan, y se justifican diciendo que este “ejercicio estúpido” no lleva a ninguna parte. También te encontrarás con otros muchos que siguen modas cual “mariposas de flor en flor”. No son capaces de profundizar en nada y van cambiando de practica continuamente, mientras alimentan su aislado yo, como el objeto a transformar. Todos ellos constituyen un ejército de polemizadores que critican la vigencia y sentido de la práctica contemplativa en nuestra sociedad actual. Los hay que con buena voluntad proponen otras formulas y ejercicios para “practicar la atención” que anuncian más sencillos y menos áridos, indicando que llevan al mismo sitio. Yo no discuto la utilidad de esos otros ejercicios, pero me pregunto cómo saben juzgar la práctica contemplativa, si no han sido capaces de perseverar en la misma. Ante todas estas críticas y racionalizaciones sobre lo que es conveniente o no o sobre lo que es necesario o no, te repito que solo una cosa es necesaria, y que nada sustituye al trabajo que necesita ser hecho por mucho que parezca árido y sin sentido. Si el contemplativo o contemplativa mantiene un espíritu auténtico y abierto sabrá que no puede convencer a nadie sobre el tesoro que ha encontrado, y que solo su actitud y su vida podrá mostrarse como ejemplo. Por ello acepta que la soledad y el silencio sea compañero permanente de tu práctica, hasta que nunca más te sientas sola. Entonces entenderás que has elegido la mejor parte y que no te será quitada. Si realmente te entregas a tu práctica con autentica resolución ya comprenderás en su tiempo que estás haciendo lo más valioso para el trabajo universal… Hay un tiempo para la acción y hay un tiempo para el silencio y el amor contemplativo

LA NOCHE EN LA NUBE DEL NO-SABER

En tu práctica debes abandonarte y confiar. Esto no significa que no debas realizar esfuerzo. Por el contrario durante un largo periodo el trabajo es extenuante a veces y el camino difícil casi siempre, ya que en pocas ocasiones quizás encuentras el consuelo gozoso que te anima a seguir. Por ello debes mantener la lucidez sobre tu decisión, la aceptación de la oscuridad que te envuelve, y fuérzate a abrazar el esfuerzo y la disciplina que necesitas. Esta actitud es contracorriente de lo que hasta ahora aceptabas como la forma habitual de comportarse. Por ello los que se instalan en la autosuficiencia mental y en el juicio, no te comprenderán, se burlaran de ti y te harán temblar en tu decisión. Te aviso de que esto ocurrirá, y que cuando te sientas débil debido a la aridez de tu práctica puedes dudar si estás haciendo lo correcto. Te aviso de esto para que conozcas que esto va a ocurrir y estés alerta. En ese momento se pone a prueba tu fe y tu confianza. Te recuerdo las palabras del Maestro  como guía para esos momentos:

Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas (Mt, 6: 25-33)

Aplica esta actitud de confianza amorosa a tu práctica. Abandónate en ese amor pasivo, que todo lo acepta, y que sin embargo está lleno de actividad y decisión, y persevera en medio de la noche. Pues noche has de tener, la noche del espíritu. No en balde a la propia nube del no-saber se le puede llamar la noche del espíritu. A esto he de dedicar algunas instrucciones para tu orientación. Pues esta noche tiene varias fases, que defino como depurativa, existencial y esencial. En general te recuerdo que la apertura hacia el espíritu implica nacer de nuevo. Y también implica morir a lo viejo, a las antiguas maneras de considerarse y considerar las cosas, a las que estamos acostumbrados y que se rigen por nuestra razón. No se guarda el vino nuevo en odres viejos. A vino nuevo, odres nuevos La noche depurativa es el proceso de sanación al que debes someterte al inicio de tu práctica. Todos arrastramos procesos incompletos de crecimiento. Muchos mantenemos actitudes neuróticas, miedos y angustias, que son el resultado de disfunciones psicológicas, falta de integración y armonía en nuestras vidas, procesos incompletos de reconocernos en nuestro cuerpo, emociones, sensaciones, voliciones y conciencia, a los que respondemos con represiones, miedos y angustias. Si estas insuficiencias son de importancia, puede ser recomendable no iniciar la práctica de contemplación hasta que estos procesos sean sanados. Es duro volver a recorrer el camino de nuestras heridas, las asignaturas pendientes que cerramos en falso, o recoger aquellas partes de nuestra vida no atendidas. Es este un proceso doloroso en el que se necesita guía especializada y que es descrito como una noche de depuración, en la que pasamos por el fuego de nuestra limpieza hasta lograr la integración de nuestro yo. Solo desde una estructura de identificación mental sana, podemos iniciar nuestro camino hacia el espíritu. Muchos confunden esta situación, y se empeñan en buscar en el silencio el remedio para sus miedos. Incluso saben disimular y domesticar su neurosis, pero esta aparece cuando el proceso de desnudamiento, de vaciamiento se inicia, y se convierte en una barrera para la práctica. Incluso en muchas ocasiones el disturbio psicológico se agrava al poner a prueba la propia identidad. Es desgraciadamente frecuente el caso del que convierte la práctica contemplativa en una patología que esconde miserias y nuevas esclavitudes del yo, disimuladas a través de piedad mal entendida y falsas humildades. En otras ocasiones la práctica del silencio es un escape al dolor que supone la confrontación de la propia vida. Por ello el practicante debe aceptar humildemente la guía necesaria e incluso la aceptación de ser rechazado para el camino de la contemplación, de forma temporal hasta que esas heridas queden curadas con otros métodos psicológicos. Así pues, paradójicamente antes de la pérdida del yo  es necesario cuidar y acoger la integración egóica necesaria. La segunda fase en nuestra noche es la noche existencial. Una vez el proceso de integración del yo y la existencia humana del practicante están integrados, deberás como he repetido tantas veces, entregarte decididamente a la obra de contemplación. En ella te introduces en la nube del olvido. No es este un proceso lineal, está lleno de avances y retrocesos, subidas y bajadas. Quizás estés abierta de entrada al silencio del espíritu y todo te sea gozoso y directo, pero lo más normal es que tengas un largo periodo de disciplina, lucha y resistencia. En él vivirás momentos muy oscuros, en los que incluso dudes de tu propia salud mental, ya que lo que haces es abandonar tu habitual forma de comprender y de saber, para encontrarte con el no-saber y no-entender. Entras en un territorio nuevo en el que no tienes mapas ni guías, ni manuales que te orienten. Caes por tanto en un no sentido,  exigiendo de ti la muerte existencial de tus identificaciones, de tus apegos y de tus seguridades. Este periodo es un periodo sin luz que puede provocarte agonía y en algunos casos estar acompañado de una angustia que se asemeja a la muerte.  En este transito es en el que rompes con el centramiento egoísta que te ha guiado, y en el que el proceso de vaciamiento se hace radical. Pasas en tu práctica de ser el yo que practica y que busca contemplar y hacer silencio, a ser nadie y haber solo un sonido que resuena. Es un proceso de renuncia que siempre es difícil y dificultoso. Pero es un tránsito necesario sin el cual no profundizarás en tu tarea. En este periodo clamarás repetidamente en la oscuridad por ese amor y deseo ardiente con el que iniciaste tu tarea y que ahora necesitas que te consuele. Gritarás diciendo: ¿Dónde estás que no te veo? Y posiblemente recuerdes las últimas palabras de Yehoshua en vida:

“¡Elo!í, ¡Eloí!. Lama Sabactami” (¡Dios mío!, ¡Dios mío!, ¿Por qué me has abandonado?)

No puedo evitarte esta sensación de abandono y desamparo, ya que es como el proceso de ruptura que viviste en el parto, aunque no te acuerdas ahora; en él abandonaste la seguridad de la pertenencia, de sentirte protegido, a la inseguridad del sufrimiento y la soledad no comprendida. Este proceso de vaciamiento puede ser corto o ser muy largo. No te lo puedo decir, ya que en cada caso es diferente. Necesitarás mucho poder acudir a mí o a otro guía, de forma que no te pierdas en tu agonía. Es posible por otra parte que tu noche existencial sea vivida sin grandes aspavientos ni movimientos especiales, sino que sea más bien un tiempo árido y plano, en el que sin ver nada, tampoco soportes grandes angustias ni zozobras. Esta desaparición del drama, puede ser tan difícil y duro como lo contrario, ya que puede rutinizar tu práctica y estancarte. En esta situación debes mantener la firmeza de tu nave aun cuando no sepas dónde vas ni dónde estás. Mantente firme en tu práctica, y aprende la técnica del herrero, siendo paciente y firme con los golpes, aunque parezca que no pasa nada. Existe un proceso oscuro que tú no controlas y que te va transformando esencialmente. En esta noche existencial, de vez en cuando puedes percibir la luz, como si de pronto se apartarán las nubes y vieras el disco de la luna y todo se volviera una calma gozosa. Estos momentos de luz debes guardarlos como pequeños tesoros que te estimulan a la práctica, pero no han de ser motivo de orgullo, ni tan siquiera señales de avance. Si no aparecen no significa que avances menos. Además si tu trabajo de contemplación es profundo, te volverás más lúcida y percibirás más radicalmente el sufrimiento y el dolor de las cosas y de los seres, así como tu propio dolor. Esto puede no gustarte, ya que ya no es posible el adormecimiento por el hábito de atención plena que estás adquiriendo. Te duele el mundo, te duelen las cosas y te duele la impotencia y limitación que percibes. Percibirás esta limitación en el desarrollo del mundo y en tu propio camino, que sientes incompleto, en el que siempre verás nuevas barreras que superar. Incluso en ocasiones puedes sentir que das marcha atrás y vuelves a los lugares que ya creías superados. No te pongas nerviosa por estas marchas atrás que a veces percibes, pues si eres capaz de vivir con la atención amorosa que te he enseñado, cualquier bache que percibas no retardará el crecimiento necesario. Si has avanzado en este proceso de depuración y olvido, todavía te queda una parte de la noche. Es la noche esencial que en el decir del maestro Eckhart, no se trata tan solo de vaciarte para llenarte del espíritu, sino que también has de vaciarte de él, como imagen, concepto o conocimiento. El proceso final ha de ser consecuente. Eres un cántaro vacio que acepta plenamente ser vacio y quedarse vacio. Solo así es posible la nueva vida. Esta parte de la noche puede ser la más difícil, pues cuando esperas el consuelo y el gozo del encuentro con el Amado, la última tarea que debes realizar es la depuración esencial, de forma que ni tan siquiera el consuelo de la plenitud en el espíritu puede ser esperado. No pretendo que comprendas esto ahora, si no lo vives, pero te aparecerá evidente cuando hayas avanzado más. Este proceso de última depuración, al que te somete lo divino, es como pasar por un crisol, de forma que seas recipiente completo.  El maestro Eckhart en sus términos lo define así:

…He dicho frecuentemente, y grandes maestros también lo dicen, que el hombre debería estar vacío de todas las cosas y obras, exteriores e interiores, de forma que pudiera ser un auténtico lugar de Dios, en donde Dios pudiera actuar. Ahora, sin embargo, decimos otra cosa. Si el hombre se mantiene libre de todas las criaturas y de Dios y de sí mismo, pero se halla tan en sí mismo, todavía, que Dios encuentra en él un lugar para actuar, entonces decimos que ese hombre no es pobre según la pobreza más extrema. Pues Dios no busca para sus obras que el hombre tenga un lugar en sí mismo, en donde Dios pueda actuar: la pobreza de espíritu es cuando el hombre permanece tan libre de Dios y de todas sus obras que, si Dios quiere actuar en el alma, sea él mismo el lugar en donde quiera actuar, y eso lo hace con agrado. Pues cuando Dios encuentra al hombre tan pobre, [entonces] actúa y el hombre sufre a Dios en sí mismo; Dios es un lugar propio para sus obras gracias al hecho de que Dios es alguien que obra en sí mismo. En esta pobreza reencuentra el hombre el ser eterno que él ya había sido y que ahora es y que será para siempre

Así pues este proceso en el que no queda nada, ni tan siquiera un refugio divino al que acudir, es la noche última, el fin de tu camino, a través del cual llegas, a decir del maestro, a reencontrarte con el ser eterno que ya habías sido y que ahora eres y serás para siempre. Habiéndote descrito el proceso de la noche oscura del espíritu, no te preocupes demasiado del mismo, ya que si andas cavilando sobre él te descubrirás calculando tus avances, y así te quedarás estancado. Eres guiada, y tu camino es singular y único. Por mucho que otros hayan recorrido tu camino, nadie ha de ponerse tus zapatos… no te devanes los sesos pensando y calibrando si tienes o no tienes la fuerza y motivación necesaria para avanzar en esta tarea. Si sientes el fuego dentro de ti lo sabrás, y la fuerza y la decisión se aplicará en cada momento. Preocúpate solo de este instante, y deja todo lo demás. Si estás a oscuras está bien. Si tienes luz, también está bien. No te entretengas, no te contemples, no  midas ni intentes controlar. Todo momento tiene su afán. Te llamo la atención sobre la actitud orgullosa a la que te lleva el yo siempre que le dejas, deseando medir, calcular o tan solo saber dónde está. Puede que te descubras de pronto a ti misma sintiéndote satisfecha o gozosa de que estés en un determinado momento. ¿De que estas satisfecha? Me sentiría más tranquilo si te viera envuelta en un no-saber que ha de ser tu estado natural dentro de la contemplación. Pues has de volverte necia para la forma de sentir y medir en el mundo, de forma que te vuelvas verdaderamente sabía. Para expresarlo de otra manera, deja que el espíritu sople donde quiera y síguele donde te lleve. Que la presión espiritual que llegues a sentir sea el agente y tú el receptor pasivo… Eres la madera en relación con el carpintero o la casa en razón con quien la habita y es su dueño. Tú estás siguiendo una técnica para avanzar y está bien, pues en parte del camino te servirá de muleta en tus dificultades. Pero llegará el momento que ni siquiera la técnica te servirá, e incluso puede convertirse en un estorbo en este quedarte sin nada. Entonces, y con el apoyo del guía que hayas elegido, estarás simplemente allí, sentado y siendo realidad, sin que haya nada a lo que puedas agarrarte. Pero este momento quizás todavía no ha llegado para ti. Deja en cualquier caso de controlar, calcular, querer saber y acepta solo ser guiada de la forma oscura y no consciente en que lo eres.

CONTEMPLATIVOS EN ACCIÓN

En la “NUBE DEL NO-SABER”  se hace la distinción entre dedicación especial y singular, en el sentido de adoptar una vida contemplativa a tiempo completo alejándose de la vida activa o no. Aceptando esto, considero que es aquí mejor desarrollar estas dos etapas como parte del proceso de profundización en la actividad contemplativa, que ha de acompañar a nuestras tareas en nuestra vida ordinaria. Seguimos aquí la vocación del Maestro Yehoshua, que se dedicó a la contemplación y a la oración en largos periodos de su vida, y volvía continuamente a la contemplación durante las noches en el monte, mientras actuaba en medio de la gente predicando, sanando y participando en la vida activa. También es el caso del Buda, que avanzo en la práctica del silencio hasta su despertar a través del camino medio, y desde ahí continuó sin interrupción una práctica incesante mientras en su interior vivía el nirvana. También es el caso de múltiples maestros, que sacaron las consecuencias para la vida ordinaria de un trabajo contemplativo profundo con un cambio radical en su nivel de conciencia, hasta el punto de llegar a decir “la mente ordinaria es el camino”. El Óctuple camino del Buda es el camino medio en la vida ordinaria. La tradición Mahayana se centra en una llamada para la transformación de la vida en beneficio de todos los seres. El mandamiento central de Yehoshua, del amor al prójimo, establece las bases para esta vía de transformación. Veamos pues los detalles de lo que, parafraseando el ideal de Ignacio de Loyola, llamo aquí contemplación en acción. En primer lugar aclarar que no participo de la crítica que hoy de forma superflua a veces se atribuye a los contemplativos, en el sentido de que su actitud es el alejamiento de los problemas humanos. Si un contemplativo tiene una autentica dedicación, el centro de su vida será la transformación del mundo, desde su contemplación. Se comprende cómo su camino influye en la vida de todos los seres si se entiende la interconexión y la impermanencia de todo lo que existe. Por ello es necesario que consideres tu tarea de contemplación como una parte activa más de tu vida. En un periodo de la misma será un entrenamiento para que tu atención y tu incorporación a la manifestación que eres se haga evidente. Pero en otro periodo, o en determinadas fases de tu vida, sea tu actividad central, desde la que contribuyes el desarrollo creativo de la evolución de todas las cosas y todos los seres. Decir que la mente ordinaria es el camino es decir que en el desarrollo de las pequeñas y grandes cosas de la vida es donde el silencio de la contemplación ha de desarrollarse. Te he indicado que has de introducirte con coraje en el olvido de ti mismo y de todas las cosas. Este silencio, en el que no existe ni ser ni nada ni algo que pensar y donde la pregunta se abre en espera amorosa, reverbera en todo lo que haces y tu relación con las personas y con las cosas cambia radicalmente. En primer lugar intervienes en la vida desde la libertad del que ya no lleva la carga del pasado o el miedo en el futuro. Tu actitud radical de indiferencia apasionada viviendo realmente el presente contrastará de inmediato con lo que es común en tu medio de vida. No debes hacer nada especial, sino vivir desde la coherencia y la atención que cultivas. Cada uno de tus momentos será así un momento especial, pues será el único momento. Si esto no lo vives así, habrás de volver una y otra vez a tu silencio en ese no-saber y no entender en el que se abren los brazos y el espíritu en la espera en oscuridad. Muchas veces en este proceso sentirás la lucidez del dolor o la alegría en el placer de vivir, siendo una u otra vivencia consecuencia de las circunstancias concretas en que estés. Pero en una u otra situación sentirás que tu alma está enraizada, que miras las cosas desde tu lago interior en el que todo está en calma. Esto te permite tener una visión más directa, más completa de las cosas. No vives más intensamente por el hecho de que te dejes envolver en el drama de las emociones y te sientas fuera de ti, incorporándote a tu personaje y perdiendo conciencia del momento. Por el contrario, cuando haces esto te pierdes en tu miedo, tu angustia o tu cólera, y pronto percibirás que lejos estas de lo que es real. Si caes en la cuenta de esto siéntete afortunado, pues eso significa que puedes volver a tu silencio en medio de los acontecimientos y mantienes tu ligazón con la tarea contemplativa. Otras veces podrás sentir como resuena la palabra que te guía en tu silencio, el sonido que repites en tu ejercicio, situándose en la parte trasera de tu conciencia mientras hablas, escuchas o actúas. Es como si estuvieras enganchado por esa nube de amor, en la que encuentras morada, y cualquier separación de la misma hacia tu vida ordinaria se convierte también poco a poco en parte de la actividad o no actividad que ejercitas en esa tu nube, que así es alimento y aprendizaje continuo. Para ello no debes ser tacaño con tu silencio. Como te expliqué, debes ser en todo moderado menos en la actividad contemplativa, a la que te arrojarás radicalmente. Esto quiere decir que puedes mantener la paz, el espíritu sereno en medio de la tormenta, mientras te entregues con todo tu corazón a la práctica del silencio. No negocies pues con tu practica, y vuelve a ella tantas veces y tanto tiempo como puedas. Cuando practiques una sencilla actividad, conducir, caminar, hacer tareas manuales, viajar etc. vuelve si puedes a tu contemplación, repitiendo en silencio tu sonido mientras te centras en la tarea concreta que te ocupa, que es ahora el objeto de tu práctica. No te escapes de la tarea con tus pensamientos, y tampoco con tu silencio, sino que mantén tu foco en ella mientras dejas que el silencio resuene. No busques preguntar, ni analizar ni resolver las cuestiones, pero mantén tu espíritu atento a todo lo que en ese momento ocurre. Esto, que quizás al principio te pueda parecer difícil, No caer en un “vagabundeo mental”, será fuente de gozo y profunda paz cuando te acostumbres a ello.  La atención en la actividad misma se realiza así como si trabajaras con una especial música ambiental, que es el silencio que resuena en el trasfondo de tu atención. Tu vida contemplativa es el punto de partida para la transformación del mundo. Porque eres contemplativo vives comprometido con todos los seres. Esta es la magia de tu doble condición. Te vas incardinando en el meollo de la existencia mientras trabajas infatigable por el bien de los seres. Puedes sentir cansancio físico, mental o emocional, pero tu espíritu no se cansará pues se alimenta en tu silencio, del que surge una fuente de energía inagotable. Esta es la “fuente de agua viva” de la que hablaba el maestro, que es centro de alimentación para tu actividad. Un contemplativo en la acción es alguien que ha alcanzado el factor de ecuanimidad que es propio de los seres despiertos. De acuerdo con los siete factores para la iluminación que el Buda explicaba en el Sutra Anapanasati, el ultimo, la ecuanimidad requiere el desarrollo de una atención viva en lo que ocurre en cada momento. La atención viva lleva a1 preguntarse, a investigar sobre la realidad. La investigación en el marco de LA NUBE se concibe como una actitud amorosa y abierta en el centro de una indiferencia apasionada que lanza dardos de amor sin cesar a esa nube del olvido que te envuelve. La actitud atenta y abierta se muestra a través de una energía sin cansancio que permita la persistencia en la práctica, esta nos conduce a un estado de interés gozoso y lucido, que se acompaña de serenidad ante cualquier circunstancia o situación. Persistimos en la práctica, que aquí vale tanto para la contemplación como para la vida activa a través de la concentración. Todos estos factores se complementan y originan entre si, conduciendo a la ecuanimidad como síntesis de todos ellos Alcanzar la ecuanimidad a través del misterio que vivimos en la contemplación significa que nos mantenemos en paz a través del éxito o el fracaso, la fama o la desgracia. Nos mantenemos enraizados en nuestra existencia. Nos resistimos a doblarnos, abatirnos o desesperarnos en cualquier situación, y mantenemos nuestra actitud humilde en medio de todos nuestros éxitos  sean del tipo que sean. El factor de la ecuanimidad integrado en nuestra vida activa nos permite mantener nuestra visión no condicionada enfrente de personas y situaciones. Aceptamos por igual lo que ocurre estando libres de discriminación. Es como si habitáramos en un país diferente, que nos permite mirar a las cosas y los seres en paz y con amor. Miramos de frente las cosas sin prejuicios y hacemos crecer la compasión por todos los acontecimientos, la actitud amante y amorosa por todos los seres y todas las cosas de forma desinteresada y sin condiciones, y la alegría de vivir en el espíritu. Entonces todo se hace mas claro y lucido, y nos estimulamos a profundizar nuestra practica, el silencio nos llama como el lugar desde el que encontramos el secreto de cómo vivir. Nos hacemos conscientes del cambio y de la contingencia de todas las cosas. Nos sentimos transeúntes, viajeros de paso, viviendo como tales, haciendo lo que hay que hacer y luego dejando el trabajo, para desaparecer y cambiar a otra existencia a otra manifestación. Esta actitud nos lleva a una profunda y gozosa independencia y libertad. Nos permitimos avanzar en el desapego al tiempo que mantenemos el amor incondicional, como un flujo subterráneo que nos alimenta. Desde otra cultura J. Goldstein nos recuerda cuales son los atributos de la acción de un contemplativo: Relacionarse con todo como si ya hubiera cambiado y desaparecido, actuar sin apegarse a los frutos de nuestra acción, o como diría el Dalay Lama, comprometernos profundamente con nuestra práctica y nuestra acción mientras nos desapegamos de los resultados de la misma. El contemplativo en acción mantiene su espíritu contemplativo en medio del conflicto, de los acontecimientos y del continuo cambio de la vida activa, manteniéndose ecuánime y en silencio en su interior. En esta forma de actuar  la verdadera sabiduría guía al activo y le convierte en testigo de lo eterno, y en canal de su obra

Esta entrada fue publicada en Contemplación.. Guarda el enlace permanente.

1 respuesta a EL CAMINO ESPIRITUAL DE LA CONTEMPLACIÓN

  1. Aída Luz Vásquez B. dijo:

    Me parece un artículo valiosísimo. Espero aprovecharlo al máximo. Mil gracias. Aída Luz 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *