La “Teoría de las Dos Verdades”, llamada asi siguiendo a otros autores budistas se puede expresar asi:
Aceptamos que el mundo fenoménico está regido por el cambio. Todo está continuamente transformándose y también nosotros aparentemente cambiamos. Este cambio produce multitud de formas y nuestro aprendizaje es aceptar y adaptarnos en estas transformaciones. Pero este cambio existe solo en la superficie. En el fondo existe una realidad inmutable, permanente y eterna, que realmente no cambia, al que podemos atribuir carácter divino . Nuestro destino o meta es lograr la unidad con nuestra real naturaleza, que no cambia y es perfecta, para así alcanzar la plenitud y la paz, y alcanzar el nirvana o paraíso. Esta teoría está impregnada de un profundo dualismo, ya que establece diferente y separada realidad al mundo fenoménico y al mundo esencial.
Nos encontramso con ella en sus diferentes variantes, como veremos, una y otra vez en todas las tradiciones.
LAS DOS VERDADES EN LAS DIFERENTES TRADICIONES
En los Upanichads y en el Vedanta se diferencia entre Brahman y Atman, de naturaleza perfecta e inmutable, y Samsara como el mundo fenoménico sometido al sufrimiento que ha de ser evitado, superado, transcendido. El destino del Atman, o parte pura, divina del alma humana, fondo perfecto del género humano, es unirse con Brahman, sobre la base de la superación del Samsara, para así entrar en el Nirvana o Tierra pura. En los Upanishads se cita:
“Él no puede ser visto. Cuando respira toma el nombre de respiración, cuando habla toma el nombre del hablar, cuando piensa, toma el nombre de la mente. Estos son todos sus nombres y los de su quehacer. Se encuentra aparte de todo lo que puede ser determinado como esto o aquello. Él es el único Dios transcendente y el único ser transcendente. Se le reconoce cuando dirige la mente y el corazón. Los que conocen esto son inmortales. No puede ser alcanzado por las palabras o los pensamientos. ¿Como puede ser comprendido el que dice de si mismo “soy el que soy”?”
El Buda no se pronuncia sobre los principios metafísicos. En sus dichos no aparece el reconocimiento de la dualidad entre la vida o realidad esencial y la vida ordinaria en permanente cambio. A pesar de que era continuamente interrogado sobre ello, no se pronunció sobre las verdades metafísicas pronunciadas en el Vedanta. Es lo que en la tradición budista vinieron a ser llamados “los Indeterminados”. Cuando el Buda habla del despertar no lo expresa como alcanzar un estado transcendente e inmutable, sino que significa el reconocimiento de nuestra condición real que supone la superación del sufrimiento, precisamente aceptando el carácter cambiante y contingente de todo lo que existe. En el pensamiento budista posterior al Buda, sin embargo, ha transcendido el concepto de “Naturaleza Búdica”, que ha sido traducido como rostro original, naturaleza esencial o mundo esencial. Solemos escuchar que el camino de la liberación es la superación de nuestro ciclo vicioso de sufrimiento alcanzando el despertar, que es despertar a nuestro rostro original, a nuestra real naturaleza, que es perfecta desde el origen. La Naturaleza Búdica, para los que se han inscrito en la forma de pensar dualista es un buen sustituto de Atman y Brahman. Se interpreta como el corazón de nuestro ser, como al joya inmutable que debemos descubrir. De esta forma en nuestro subsconsciente se prefigura un mundo cambiante y en sufrimiento, y un paraíso que debemos alcanzar tras mucho esfuerzo, pero que es un mundo de plenitud y paz.
Esta forma de pensar es profundamente dualista. La forma como fue transmitida la “metafísica” de la Naturaleza Esencial o naturaleza búdica fue a través de la traducción al chino del concepto de “Arian Gotra” del Pali, empleada por el Buda (literalmente linaje de pureza – ver mas adelante), concepto que es dinámico y que fue expresado como un proceso a crear, en vez de una naturaleza terminada, por término “Fushin” que es un concepto estanco, indica “naturaleza propia”. Desde aquí, diversas corrientes del budismo, e incluso muchos maestros del Chan y del Zen, han reproducido el dualismo religioso en la practica del despertar.
El Gnosticismo es una filosofía preexistente al cristianismo, que influyo importantemente en algunas sectas cristianas del siglo I y II, creando la corriente gnóstica del cristianismo o gnosticismo cristiano, que posteriormente al quedar en minoría fue declaradas herético. A pesar de ello denotamos profundas influencias gnósticas en el evangelio de Juan, y también en el evangelio de Tomas y demás textos de la biblioteca de Nag Hammadi, descubierta en 1945. El Gnosticismo pretende la salvación humana cuando se alcanza la Gnosis, o sabiduría secreta y esencial, entendida como suprarealidad que domina todo lo existente. Este proceso implica la búsqueda de la verdad secreta y oculta que subyace y transciende la realidad visible, e implica una renuncia “interior” a los bienes materiales. Su propuesta es por tanto también dualista, tanto en su versión pagana como en la cristiana, y se acerca a las posturas platónicas y neoplatónicas.
La filosofía helenística que dominó los primeros siglos de nuestra Era Común, alcanzó su máxima expresión de dualismo con la filosofía platónica, que establece dos realidades: Por un lado el mundo de las ideas, anteriores y determinantes del mundo de la materia y del espíritu, y que por si mismo es tan puro y permanente como son las ecuaciones matemáticas o las leyes físicas que determinan el funcionamiento de lo que existe, y cuyo reflejo es el mundo espiritual, que asume parte de esta permanencia y estabilidad. Por otro lado el mundo material, los objetos , seres y fenómenos físicos que percibimos, que es cambiante e imperfecto. Este dualismo ha tenido una influencia precederá en toda la cultura de Occidente, influyo en la esencia de la filosofía Paulina del cristianismo jerárquico, y está presente en la mayor parte de las vertientes culturales que han prevalecido en Occidente.
El Judaísmo neoplatónico, y el cristianismo helenizante, liderado por Pablo asumió con entusiasmo este dualismo, no solo en lo que es común en toda la cultura patrística, un Dios externo y previo a la creación, separado de las criaturas y en relación amoroso-conflictiva con las mismas, sino también en la interacción entre el mundo del espíritu, permanente y eterno, y el mundo “de la carne”, perecedero.
Crossan se hace eco de un debate en el origen del Cristianismo, en cuyos grupos existen un rango de opiniones: En un lado aparece un cierto “monismo” primitivo, que cree en la prevalencia del espíritu, que eventualmente se reviste de carne, en el que el espíritu es sede de las funciones superiores, emociones y pensamientos, y es individual e inmortal. A esta visión le llama sarcofilia. En otro lado se defiende una posición “dualista” consistente en la confrontación de la carne y el espíritu en la vida humana. A esta posición la llama sarcofobia. Entre la sarcofilia y la sarcofobia oscilan las posiciones en el judaísmo primitivo, indica, y por tanto también esta en las tensiones entre las diferentes posiciones uy sectas del judaísmo cristiano original. Esta visión, de un espíritu llamado a ser divino y una carne llamada a perecer, la ejemplifica este autor en el discurso final de Eleazar, líder judío en Masada, cuando pide a sus fieles matar a sus familias y luego suicidarse:
“La muerte, al conceder la libertad a las almas, las deja ir a un lugar que es propio de ellas y que es puro, donde estarán exentas de todo sufrimiento, mientras que si están atadas a un cuerpo mortal y llenas de males, están ya muertas, por decir la auténtica verdad, pues no es conveniente la asociación de lo divino con lo mortal…”
Esta forma de pensar fue determinante en todo el desarrollo del cristianismo. Es más importante para nosotros llamar la atención en esta posición no solo la separación alma/cuerpo según es entendida por los dogmas cristianos, en la que prevalece la existencia del alma individual después de la muerte, sino también la separación entre lo divino y lo terreno, siendo Dios una “persona” transcendente y eterna, que está en el origen de todo acontecimiento, pero que se mantiene separada de las criaturas, realizando la comunión con la mismas en la comunión de los justos tras la muerte, sin que Dios ni las criaturas pierdan su identidad y su existencia individual. Esta forma de ver las cosas, con diferentes variantes es común en el judaísmo institucional, en el cristianismo en sus diferentes versiones, y en el Islam.
Una negación de este dualismo en una u otra forma ha sido declarada en las diferentes confesiones herética por panteísta, y por tanto perseguida. El dualismo existencial es imprescindible para explicar el mito del paraíso perdido, la peregrinación sufriente en la vida terrena, y la recuperación de las almas justas para el paraíso por medio de las buenas obras y la gracia. Y también justifica la necesidad de la intercesión, de Cristo ante el Dios Padre, y de sus representantes sacerdotales en la tierra como intermediarios entre Dios y los hombres. Esta es la razón de ser y principio “primus movens” de la Iglesia, y por tanto la razón última de la persecución que siempre han sufrido las corrientes místicas y las filosofías monistas. El dualismo alma/cuerpo y vida mortal/vida divina ha influenciado profundamente la psicología y sicopatología en Occidente. Existe una neurosis colectiva que teme la falta de valor esencial de la vida humana, que es consecuencia de la vivencia separada, vulnerable, aislada, del ser humano en su conciencia mental egoica. El vivir humano implica la búsqueda nunca satisfecha de la plenitud, bien a través de la acumulación de bienes materiales, del hedonismo, de la búsqueda de poder y dominación, o bien mediante el rechazo radical de la materia (el mundo y la carne), que está en el fondo de la filosofía cínica, de los procesos anancásticos radicales, y en cierta medida en la ética estoica.
La condena del mundo expresado por las autoridades religiosas, como fuente de pecado y perdición, es también la condena de la humanidad como neuróticamente incapaz de superar las esclavitudes de la carne y del mundo, por lo que la vida humana, en términos éticos y morales, es una continua patología de caer y ser perdonado, para volver a caer. Para que esto sea eficaz como proceso de dominación, es necesario una propuesta de premio (el paraíso futuro) o castigo (el infierno de los injustos), lo que concede poder a los interpretadores de los meritos entre los hombres. Estos intercesores tienen poder para perdonar y para amenazar o condenar, a través de la excomunión y de otros métodos. Esta es la fuente de poder de las iglesias institucionales, que solo se mantiene mientras el dualismo ontológico no sea discutido. Desgraciadamente esta es la causa ultima de la casi desaparición de la práctica contemplativa en Occidente
LA POSICIÓN MONISTA Y LA BÚSQUEDA DE LA UNIDAD
El Buda no se expresó sobre las propuestas metafísicas dualistas, e incluso ironizo sobre las mismas. Toda su preocupación y mensaje era la superación del sufrimiento “en esta vida”, en el momento presente. En este sentido era empírico, y su propuesta del Dharma original era claramente monista, ya que no contemplaba más que la contingente e interdependiente naturaleza de los fenómenos, de los que nosotros somos una expresión más. El despertar es en realidad despertar a la realidad de que carecemos de existencia intrínseca (independiente y estable) Existe una corriente moderna, llamada Budismo Pragmático, de la que Goenka es la figura mas conocida, que asume esta posición original del Buda y se focaliza hacia los problemas y asuntos de la vida ordinaria, no opinando sobre otras posiciones transcendentes, haciéndose así eco de los Diez Indeterminados del Buda. Esta corriente reinterpreta la “Naturaleza Búdica” como la expresión real, contingente y cambiante de la realidad instante a instante, abierta a la incertidumbre y al cambio, y por tanto abierta al questionamiento, a la pregunta. La postura correcta para el practicante en esta perspectiva es un estado de apertura que le permite preguntarse aquí y ahora de forma continua: ¿Qué es esto?, ¿Qué es esto? El Buda al expresar el ideal ético, hablaba de un nuevo Linaje Espiritual (Arian Gotra), resultado del despertar a la realidad contingente e interdependiente que somos. Los atributos de este linaje son los siguientes:
1.Ser moderados (austeros, no apegados) en la comida
2.Ser moderados en el vestir
3.Ser moderados en la casa y hogar en el que vivimos
4.Tender a y entusiasmarse con Bhavana (la actitud creativa, de llegar a ser, de crear, que lleva al óctuple camino, y es resultado de las cuatro nobles acciones – vivir plenamente el sufrimiento, reconocer el origen del sufrimiento, realizar el medio para el cese del sufrimiento y la liberación , y abrir el óctuple camino como forma de vivir)
a.Lo divino es personal y no personal, y está dentro, no está fuera. Forma parte de la evolución de lo existente. Podemos expresar simbólicamente que la evolución del universo es el continuo nacimiento (transformación) de Dios.
b.El Reino de Dios, la realidad ultima, es y forma parte del proceso cambiante de la realidad. No es algo separado, estable y diferente de lo creado. El vacío (potencialidad) no es sino forma (manifestación), y la forma no es sino vacío. Y al tiempo la forma es real forma y el vacío real vacío. No existe un referente eterno y punto origen del cual surja separadamente las criaturas y los seres. Es la evolución del espíritu continuamente desarrollándose, naciendo y transformándose, lo que expresa la realidad de lo que existe. No existe un punto origen separado que ha quedado inmanente, mientras los fenómenos se desarrollan en sí. La realidad es el medio divino manifestándose desde si mismo.
c.El porvenir del hombre no está separada del resto del Universo al que pertenece. Forma parte y es todo con todo lo que existe. No existe más que una única realidad, expresada en el aquí y ahora, que aparece y desaparece continuamente, dando lugar a manifestaciones diferentes. La aceptación experiencial de esto en la vida humana supone una radical transformación de la existencia. La tarea humana es hacer aparecer en su vida-manifestación la unidad de todo lo que existe, y vivir en función e este despertar, que es el único despertar. d.No existe un mundo futuro al que llegar, una realidad diferente que alcanzar. Solo existe este mundo que vivimos, pero este mundo tiene muchas más formas de manifestación, de vida y de expresión, que las que somos capaces de alcanzar con nuestra mente. Nuestro destino es abrirnos a esas otras formas de manifestación.
e.Es condiciones necesaria para este despertar, para este “ver” lo que siempre ha estado ahí, vaciarnos de todo aquello que nos hace sentirnos como seres individuales, separados y egóicos, con una existencia de sujetos en un mundo a nuestro servicio, y en una pretensión de alcanzar una vida divina también separada y exclusiva. Todo esto es lo que es realmente la fuente de nuestra ceguera y nuestro sufrimiento. Y su superación es nuestra tarea esencial.
f.Nuestra labor no es una labor especial, a la que estamos destinados como punto culmen de la creación. Ni somos especiales ni somos ningún punto culmen. Nuestra labor es la labor de todo el universo, que se mueve desde la expresión simple a la compleja, desde la expresión fenoménica a la espiritual, desde el vacío a la forma y desde la forma al vacío Hago estas manifestaciones para que se entienda desde donde veo y comprendo lo que digo, no como apriorismos de fe, sino como opciones experienciales que también están en cambio permanente y evolución en si mismas. Escapar de las dos verdades es la tarea difícil, comprender la Unidad es la necesidad de futuro. Aquel viajero espiritual que con coraje se atreva a enfrentarse a la realidad tal y como la experimenta en el silencio, ha de aceptar que todo aquello que ha sido seguro en su vida, todo el andamiaje filosófico y de certeza ordinaria que ha sido construido a través de los siglos, se puede poner, se pondrá, en tela de juicio, temblará toda su vida y su propio ser se volverá inconsistente. Ante ello es necesario no detenerse, sino avanzar en la oscuridad y en la aparente ignorancia, necesaria para ser revestidos del espíritu.
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