El Abrazo Gozoso

El gozo de la presencia 


“Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: «Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde»… ”

Lucas 15,11

…Y el hombre tomo conciencia de si mismo, y creyó que todo lo existente estaba a su servicio, para su disfrute. Tomó conciencia de que estaba solo y era dueño de su vida. Así que se dirigió a aquel que siempre había venerado, a aquel que suponía el creador y dueño de todo… y le dijo: “ no quiero estar mas bajo tu cuidado, no quiero ser mas parte de ti, o estar en tu casa. Solo quiero que me des lo que es mío…”

Y sobrevino un gran silencio, y aquel que era el origen, y que sabia que todo era consigo el origen, la fuente y la evolución, guardó silencio, y parecía que cada cosa estaba separada y era por si misma, … y al hombre le pareció que podía manipularlo todo, jugar con todo. ¡Había tanto alrededor, tanto con lo que gozar! Así que el hombre, solo consciente de si mismo, partió lejos de su casa, y quiso conquistar la tierra, conquistar otros hombres, doblegar las cosas y los seres para que le sirvieran…

Y vivió muchas experiencias, y descubrió muchas cosas, y quiso reinar dominando todo lo que existe, y derrochó, y fue tirando por doquier aquello que no aprovechaba, sus basuras y desechos, y guerreo contra otros hombres, que también quería dominar, y construyo lugares a su gusto y deseo… Pero no dejó de estar solo, no dejo de sentir sed…

Destrozó la tierra que le fue dada, hizo sucumbir a sus animales y plantas, creo ciudades oscuras de personas solitarias, perdidas como él, que no encontraban explicación a su vida. Y degeneró su existencia, drogándose con sustancias hasta llegar a ser la peor especie que poblaba la tierra, pues solo seguía su mente … para olvidar su soledad, para intentar apagar la sed… y allí yacía tirado en la gran ciudad, con su buen traje de apariencia en las oficinas de los hombres grises , o con el olor etílico maloliente, o la jeringuilla colgándole del brazo. A veces se abría camino en la calle, y hacia su gran discurso justificatorio frente a un público que pasaba sin mirarle. Explicaba a quien quisiera oírle su gran proyecto, su majestuosa explicación de lo que ocurría o su solución particular para su miseria…

…Por fin un día, desesperado, gritando sin sentido, entró en si y se dijo: “¿dónde perdí el rumbo…donde el camino?… Ya no puedo volver atrás pero si adelante, yendo de vuelta a casa, allí donde todo tenía sentido. No necesito ser el dueño, ni tan siquiera el principal, me conformo con habitar en la casa de mi padre, como siervo, como parte de ella…”

Y aquí viene lo mas extraño de la historia, el padre, que es el corazón del hombre, que es su origen y su destino, la fuente y el significado, se derrama en búsqueda por aquel que se perdió. Y el rumbo de las cosas pierde aquí el equilibrio, para convertirse en un desbordamiento del amor, en una apertura sin limites. ¿Es así el sentido ultimo, es así el corazón de la vida? Ese anciano de ojos llorosos, que sale todas las mañanas a otear el horizonte, para ver si viene el hijo que marchó, ¿Es ese anciano aquel dios padre que se ha vuelto deseoso de conciliación? ¿O es el dios intimo, que cerca del corazón del hombre se manifiesta a través del amor? ¿O es el propio centro, la propia esencia, que grita desde el origen y el destino del ser? ¡que naturaleza mas extraordinaria nos muestra! La búsqueda se produce día a día, sin descanso. El centro del ser clama por la perdida, por la ausencia, y sale a los caminos, desparramándose en amor que no mide, que no condiciona. ¡Así es el hombre, sin saberlo, en el centro del ser! Así es el entramado que conforma lo que existe: el abrazo intimo, largamente esperado del padre con el hijo: “el Padre, indefinible, eterno, sin principio ni fin, sin forma, fuente y final de todo. El Hijo, forma y fenómeno, corporeidad y temporalidad, sucesos interminables en evolución. Y el abrazo gozoso, significación de la síntesis de lo que ahora y siempre ocurre. El hombre, hasta ahora perdido, se recupera a si mismo en ese abrazo, se ofrece en ese abrazo, se realiza en ese abrazo, ¡es ese abrazo! En él, la individualidad desaparece y no hay mas padre e hijo, no hay mas dos, sino que se expresa la significación completa, la plenitud realizada. Y el hombre se realiza en ese abrazo y está en casa. Todo tiene sentido, todo está realizado.

Pero el abrazo parece terminar y continua la vida, los mil fenómenos. El impacto ha quedado y es permanente. Las ropas son nuevas. Hay alegría y las caras brillan de luz. Sin embargo, en el fondo del ser, “el hermano” clama desde la oscuridad. Y los tres reinos hacen de nuevo presencia. Aparece el deseo de poseer el abrazo, de tenerle para uno, el deseo desordenado de poseer al padre. La individualidad aparece de nuevo, y el deseo de tener para si se transforma en envidia destructora. Y aparece el rechazo de ”hermano contra hermano”. Aparece la separación y de nuevo el individuo, la soledad, aparece el deseo de destruir el abrazo y su significación, la armonía y la plenitud. Y aparecen los razonamientos y las justificaciones, hasta el punto que “el padre” de nuevo ha de recordar, ha de recordar el permanente abrazo de cada momento, el gozo que significa la existencia. Ha de recordar que “todo lo de uno es del otro” que el “que estaba muerto ha vuelto a la vida”. El padre ha de recordar la necesidad de cumplir la evolución, de hacer que el hermano perdido sea recuperado, que el ciclo ha de ser completado, para traer todas las cosas a su madurez.

¿Volverá el hombre a vivir el abrazo que ya es su esencia, o abandonará el impacto y el recuerdo, y se perderá por los caminos, se refugiará en la pocilga, en la permanente soledad? ¿Habrá de salir de nuevo el padre por los caminos, mojando de nuevo los ojos, mientras mira al horizonte, abriendo los brazo al vacío, mientras trata de vislumbrar la imagen perdida, y se imagina al hijo volviendo de su peregrinaje?

Ojos encendidos mirando a lo lejos, mirada lejana, mirada húmeda,
triste mirada
de ojos quemados por el desierto cerca- no.

Has salido temprano como siempre, animado por la fe que no se apaga. Dicen que estás loco y no eres sensato, pero tu locura es de amor,

tan grande como el cielo. Padre del hijo perdido, Padre y Madre,
Padre nuestro.

Andas parte del camino
con las manos abiertas,
para que al que vuelve
se le haga mas corto el regreso. Ves a lo lejos la figura del hijo añorado entre la bruma, ¿lo ves o lo imaginas?

No… todavía no es,
es polvo, es arena,
es brillo del sol en la mañana.

Volverás una y otra vez,
hasta el fin de los tiempos, porque algo se ha separado
y ha de ser unido,
porque algo se ha perdido
y ha de ser encontrado.
¿Quién eres figura blanca
en la mitad de mi horizonte?

¿Quién eres cuidador eterno, lluvia derramada una y otra vez sin merecerlo?
Si eres así, ¿cómo es todo?
¿Y cómo soy yo,
que soy tu mismo?
Padre de todos nosotros
Padre y Madre, Padre nuestro… 

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