No querer nada II

(BASADO EN “LOS POBRES DE ESPIRITU” DEL MAESTRO ECKHART)

“…un hombre pobre es el que nada quiere, nada sabe y nada tiene. Queremos hablar de esos tres puntos y os ruego, por el amor de Dios, que comprendáis esa verdad si podéis; pero si no la comprendéis, no os preocupéis por ello, pues la verdad de lo que voy a hablar es tan genuina que sólo poca gente buena la comprenderá.

En primer lugar decimos que un hombre pobre es aquel que no quiere nada. Alguna gente malinterpreta este sentido; son aquellos que se apegan a la penitencia y al ejercicio exterior, que ellos tienen en gran consideración. Que Dios se apiade de ellos por conocer tan mal la verdad divina. Se les llama santos en razón de las apariencias, pero en el interior son asnos, pues no saben discernir la verdad divina. Ellos dicen que un hombre pobre es aquel que no quiere nada y lo demuestran como sigue: el hombre pobre debe vivir de forma que no cumpla jamás su propia voluntad en nada y que deba esforzarse por cumplir la deliciosa voluntad de Dios. Esos hombres están bien encaminados y su opinión es correcta, por eso queremos alabarlos. Dios quiera en su misericordia darles el reino de los cielos. Pero yo digo, por la verdad divina, que esa gente no es exactamente gente pobre, ni se parece a los pobres. Son vistos con grandeza a los ojos de la gente que no sabe nada mejor. Y sin embargo digo que son asnos, que no entienden nada de la verdad divina. Que alcancen el reino de los cielos por sus buenas intenciones, pero de la pobreza de la que ahora hablamos no saben nada.Si alguien me pregunta, ahora, qué es un hombre pobre que nada quiere, contesto y digo: mientras el hombre tenga la voluntad de cumplir la preciosa voluntad de Dios, no posee la pobreza de la que hablamos; pues en él todavía hay una voluntad que quiere satisfacer a Dios y eso no es la pobreza correcta. Pues si el hombre quiere ser verdaderamente pobre debe mantenerse tan vacío de su voluntad creada como hacía cuando él todavía no era. Pues, por la verdad eterna, os digo que mientras queráis cumplir con la voluntad de Dios y tengáis deseo de Dios, no seréis pobres, ya que sólo es un hombre pobre el que nada quiere y nada desea.

Cuando estaba en mi primera causa no tenía ningún Dios y yo era causa de mí mismo; allí nada quise y nada deseé, ya que era un ser vacío y me conocía a mí mismo gozando de la verdad. Me quería a mí mismo y no quería otra cosa; lo que yo quise es lo que fui y lo que fui es lo que quise, quedando aquí vacío de Dios y de todas las cosas. Pero cuando por libre decisión de mi voluntad salí y recibí mi ser creado, entonces tuve un Dios; pues antes de que las criaturas fueran, Dios no era [todavía] Dios: pero era lo que era. Y cuando las criaturas llegaron a ser y recibieron su ser creado, entonces Dios no era Dios en sí mismo, sino que era Dios en las criaturas.

Ahora decimos que Dios, en tanto que es Dios, no es fin último de las criaturas; pues tan alto grado en el ser [también] tiene la criatura más baja. Y si una mosca tuviera intelecto y quisiera dirigirse intelectualmente al abismo eterno del ser divino, del que ha provenido, entonces diríamos que Dios, con todo lo que es en tanto que Dios, no podría [una sola vez] dar a esa mosca plenitud ni satisfacción. Por eso rogamos a Dios que nos vacíe de Dios y que alcancemos la verdad y la disfrutemos eternamente, allí donde los ángeles supremos y las moscas y las almas son iguales, allí, donde yo estaba y quise lo que fui y fui lo que yo quise. Por eso decimos: si el hombre quiere ser pobre en voluntad, debe poder querer y desear tan poco como quiso y deseó cuando no era. Así es el hombre pobre que no quiere nada…". Maestro Eckhart : Los Pobres de Espíritu

Antes de que existiera el Universo, antes de que existieran las formas, Dios no era Dios, ya que solo existe Dios en función de las criaturas, de la diversidad de lo existente. Existía el Ser, desasido de sí mismo, vacio y completo, en plenitud. Era lo que quería ser, y quería ser lo que era. Era terminado y expresión única. Antes de que yo fuera esta individualidad, este cuerpo y esta mente, este espíritu, era lo que era en un principio, completo y desasido de mi mismo. No era ni Dios ni criatura, era el Ser, único y no separado. Era lo que quería ser y quería ser lo que era. Vacio y completa potencialidad. El Ser que era lo era en sí mismo, sin necesidad de referencia a ninguna otra cosa, ni relativo a esto o aquello. No amaba a otro diferente pues era completa comunión y completa unidad. No tenía compasión por otro diferente que sufre pues no había sufrimiento, ya que todo era plenitud y ser en sí. Era absolutamente pobre pues no poseía ni buscaba poseer, ya que todo era ya expresión máxima. No buscaba nada, ni quería nada, ni sabía nada, pues no había nada que buscar,  pues solo era realidad, expresión en sí.

Estate atento practicante a lo que digo, y al significado para tu acción presente de esto. Tu verdadera naturaleza no es aquello que en apariencia crees, sino algo más profundo e inmenso, donde la individualidad y la separación no tienen sentido. Cómo influirá esto en tus valores, en la forma como te acercas al mundo, y en la percepción de tu existencia es algo que debes reflexionar profundamente, y sobre todo que debes experimentar.

Al surgir la forma, al surgir la expresión diversa, al transformarse la potencialidad plena y terminada en si misma, en la realidad dramática de las mil formas, en contua evolución y expresión incompleta, se inicio el itinerario de la realidad realizándose en si misma, completándose desde la diversidad y la transformación no terminada. Dios, el Ser, se hace en la evolución, se hace a si mismo en la realidad dramática, inestable y en transformación.

Y surge Dukkha, como el desequilibrio entre cosas diferentes, la tensión dramática de la transformación y el cambio, con disarmonias y desajustes. Y el Ser, llamado Vacío por unos, Dios creador por otros se expresa y se hace a si mismo en la imperfección, en el sufrimiento y en el drama de la evolución, creciendo a lo largo de eones. Cuando vine a ser individuo, siendo en todo Ser original, creció en mí la conciencia de la realidad desde la perspectiva de individuo, olvidando lo que realmente soy desde el principio. En mi proceso de crecimiento y aprendizaje, como especie humana y como individuo, construí un yo como mecanismo de supervivencia, tomando una conciencia de ser aislado y separado, e identificándome con una idea solida de mi mismo que convertí en la realidad importante a defender. Esa idea de un yo solido sustituyó a la conciencia de quien era realmente. Una vez que me identifiqué con un yo estable y permanente, que tengo que defender, y al que en mi primera infancia, en mi primera conciencia, sentí vulnerable y necesitado, surgió en mí la necesidad de conseguir aquello que me agradaba y beneficiaba y de rechazar aquello que me hacía daño. Y esto era así porque en mi se establecía el drama del universo incompleto, de la evolución no terminada.  

En ese momento perdí  la conexión con mi origen. No sé quién soy y me siento perdido y abandonado en esta existencia individual, en la que todo lo externo esta en competencia conmigo, es amenazante o difícil de obtener.  En mi esfuerzo por interpretar lo que pasa pienso en mis padres como mi Dios familiar, e invento mitos y comprensiones de cómo he llegado hasta aquí, y como existe lo que existe. Mi vida se convierte en un juego de elegir y rechazar. Mí yo se vuelve un yo demandante, escondido y temeroso, ansioso sobre el futuro y en búsqueda de seguridades para el presente. Paso la vida juzgando y asumiendo roles, “gelstats”, con sucesivas capas de identificaciones y conceptualizaciones, de interpretaciones del mundo que intento congelar. Deseo poseer un lugar, una propiedad, un significado, que pueda hacer estable, solido y compatible con mi comprensión de las cosas. Ansío un hogar al que pertenecer. Esta ansia me resuena como un eco oscuro de algo que perdí y que todavía no comprendo. Quiero mantener junto a mi aquello que poseo y con lo que he experimentado placer y satisfacción, y alejar de mi aquello que me repele y me causa dolor. De ahí surgen mis deseos de posesión, los celos y las envidias, los miedos y la angustia por perder lo que tengo o lo que creo tener. De ahí surge mi cólera y mi odio hacia el que desea arrebatarme mi derecho o quitarme lo conseguido con tanto esfuerzo.

Sin embargo fracaso una y otra vez en el intento. Todo se me escapa. Los seres queridos dejan de querer, se marchan o mueren. Mi cuerpo y mi forma de sentir no se queda solido, bello y joven, sino que evoluciona continuamente y se avieja y llena de enfermedades y dolencias. Todo a mi alrededor se mueve, y tomo conciencia de que esa solidez que atribuyo a las cosas y seres es algo irreal. Y de pronto muero y dejo de existir. Ese que creía viviría siempre, ese desde el que juzgo y escojo, y rechazo, y mantengo como hipótesis fija, también desaparece. Y no entiendo nada, y siento que he andado persiguiendo sombras. Y salto de vida en vida, aprisionado en esta huida sin fin.

Entonces buscando respuestas me siento en silencio, intentando eliminar lo que es superfluo, soltar lo que pensé seguro, poner en duda esta solidez que busco, no elegir nada, no rechazar nada. Y esto me cuesta, me resulta difícil y tengo miedo una y otra vez de volverme loco, de perder el norte. ¿Qué significa este que tiene miedo, quien es este que siente, y que desea quedarse sin nada?  Es un salto al vacío que da vértigo. Solo en ocasiones, en instantes que no duran, este yo que grita se cae, se olvida, por un momento. Entonces la realidad que es, quien soy desde el principio, el que es solo ser pleno, aparece como un destello.  Me despierto temblando y con ojos bien abiertos me pregunto: ¿Qué es lo real? No sé ya cual es sueño, esta vida que siento y este yo que lucha por estar, o esa realidad en que el querer y el desear, el elegir y el rechazar no tiene sentido.

He abandonado mi deseo del paraíso como un futuro, he abandonado mi deseo de llenarme de Dios, pues al hacerlo percibo que rechazo esta existencia y esta realidad, que es la Realidad que existe, y que tiene en su seno el significado completo. Si intento llenarme de Dios, estoy colocando como meta algo que no tengo y que debo conseguir. Entonces siento que debo merecerlo, que debo rechazar lo que tengo y buscar algo nuevo, algo diferente. Sin embargo se que ya está aquí lo que ansío, que ya está aquí lo que ando buscando. Por tanto no hay nada que buscar y nada que querer. Habré de entrenarme en quedarme sin nada, y en dejar de querer nada, pues cuando más y más me suelto, más y más desasido ando, y más cerca estoy de quien realmente soy, y en eso que soy y que fui desde el principio, no hay diferencia entre quien soy y quien es.

No existe un Ser superior, pues si existe esencialmente un ser superior es que yo soy un ser inferior, y Él tiene lo que yo carezco. Sin embargo en mi está ya todo, por lo tanto solo existe el  Ser, y he de quedarme totalmente pobre, deprivado de querer y de buscar, para que el Ser se manifieste. Por ello es totalmente cierto que

La Vía Perfecta carece de dificultad. Sólo hay que evitar atrapar o rechazar. Cuando ambos, amor y odio, están ausentes todo se vuelve claro y diáfano. Sin embargo, haz la más mínima distinción, y el cielo y la tierra se distancian infinitamente

Cuando percibo la verdadera naturaleza, que es una no naturaleza, sino la expresión del Ser desasido y completo en si mismo, manifestado en la forma como la totalidad de las cosas interdependientes, en la que esta existencia es una encrucijada en manifestación, entonces caigo en la cuenta del vacío de mis pretensiones y mis quereres, y me abro al espacio claro, auto iluminado, sin el empleo del poder de la mente. En él, el pensamiento, el sentimiento, el conocimiento y la imaginación no tienen ningún valor. Solo soy cuerpo de manifestación del Presente. ¿Qué he de hacer entonces? ¿Quedarme quieto como estatua sin sentir ni parecer, dada la futilidad del intento? Esto sería como aceptar la no existencia, la no realidad del Ser.

En el plan evolutivo la miríada de las realidades y manifestaciones tienen un designio: Evolucionar a través de la manifestación presente, que ha de vivirse en plenitud, en prueba continúa de desasimiento. He de vivir con plenitud y soltar lo vivido, fluyendo en el camino evolutivo. Habré de intensificar el drama de mi presente, en la libertad completa de no quedarme con nada, de no dejar espacio para que ese yo que no existe quiera nada para sí. En el plan evolutivo, salí del ser que era es si mismo completo para ser las mil formas, y he de vivir este drama de mi evolución para volver al ser que ya era. Por ello el drama actual, de cambio e imperfección, es el único campo de la realidad, es el lugar en el que este caminante ha de transitar, pues es el cuerpo de la realidad, es la sustancia del Ser.  Es el espacio del Reino de Dios. Esto he de vivir.

… Ruego a Dios que me vacíe de Dios…para que alcance la verdad y la disfrute eternamente, allí donde los ángeles supremos y las moscas y las almas son iguales, allí, donde yo estaba y quise lo que fui y fui lo que yo quise. ..Que sea pobre en voluntad, buscando poder querer y desear tan poco como quise y desee cuando no era. Así siendo el hombre pobre que no quiere nada, dejare paso por fin al Ser que es desde el principio al fin, y que yo soy…”.

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1 respuesta a No querer nada II

  1. Arturo dijo:

    Maravilloso desde todo punto de vista.
    Qué dificil es para quienes hemos sido educados en la religión tradicional del "hacer", el "buscar", el "pedir" y el "merecer", entender que no hay nada que hacer, buscar, pedir o merecer, por que todo, absolutamente todo ya nos ha sido dado.
    Pienso en el pájaro que ha "comprendido" y conoce la técnica del vuelo y sinembargo, aferrado a la rama, tiembla de miedo al ver el vacío que se abre bajo sus pies, pero tiembla también de emoción al sentir el viento en sus plumas y ese impulso, es fuerza interior con la que, su naturaleza de pájaro lo invita e impele a soltarse y saltar.
    Aterrados caemos en el vacío, sintiendo de pronto que algo nos sostiene, detiene nuestra caida y hasta, inexplicablemente, nos lleva hacia arriba.
     
    Entonces, como cuando aprendía a volar una ala delta, la emoción, el llamado del cielo abierto, de los horizontes sin límites, iban sobreponiéndose al miedo de no estar, como es la costumbre, con los pies en la tierra, aferrado a lo de siempre, sostenido por la fuerza de la inersia que nos grita al oído ¡Peligro! ¡Peligro" Lo tuyo es la tierra!
    Este "Ruego a Dios que me vacíe de Dios", de ese Dios externo, Dios imagen, Dios precepto, Dios mandato, Dios culpa… Es hoy la suplica, la razón y la búsqueda de todos los creyentes que, sin soltarse de la rama de sus viejas convicciones, certezas y temores, quieren soltarse, quieren saltar, pero temen hacerlo.
    Hata que su escencia de pájaro pueda más que su miedo, hasta que su escencia divina los lance al vacío y experimenten la fuerza y el poder de esa "nada" que siempre pareció incapaz de sostenerlos, por que "no era nada" y ahora, inexplicable y subitamente lo "es todo".
    Batir las alas en Dios, para estar en Dios…. Esa ha sido siempre la "Buena Nueva" la real… "Gracia de Dios".

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