(Estos comentarios son complementarios al capitulo correspondiente al mes de Febrero de "Charlas de un Aprendiz de Zen", cuya lectura recomiendo especialmente. Estos comentarios hacen referencia a los tres primeros cuadros.) “La búsqueda del Buey” es la alegoría mas famosa del camino espiritual en la tradición del Chan. Expresa el camino del practicante hasta su vaciamiento total y el encuentro de su propia naturaleza, de su ser original, que ha estado siempre allí. La búsqueda es en realidad un camino de despojamiento hasta el encuentro interior.
1.- En búsqueda del buey
Puede entenderse mal el salir por “los prados de este mundo… en búsqueda del buey”. O tomando el poema de Juan de la Cruz: “buscando mis amores, iré por esos montes y riberas… ” No se trata de ir a parte alguna a conseguir ninguna meta, sino en hacer el camino interior, hacia el fondo de nosotros mismos, en búsqueda de quien realmente somos, para lo cual el recorrido por “ríos sin nombre” y la perdida en “caminos impenetrables de lejanas montañas” es el proceso de entrar en lo que otro místico llama la nube del no saber. es el proceso de perderse para encontrarse, de desprenderse para hallar de vaciarse para saberse lleno. Partimos de la aceptación de que lo que ansiamos encontrar esta ya aquí, esta siempre presente. Es lo que éramos, somos y seremos siempre. No esta fuera de nosotros. No está lejos de nosotros. No es un Dios externo al que deseamos encontrar. Es nuestra esencia real, lo que somos. El proceso de búsqueda es un proceso de despojamiento, que supone vaciarnos de lo que nos sobra para que podamos ver y comprender, podamos vivir desde quien realmente somos. Tenemos conciencia de que algo nos falta, y esta conciencia es falaz. Pues no nos falta nada, lo que pasa es que nos sobran demasiadas cosas que nos vuelve ciegos. Para ver realmente, para despertar necesitamos soltar, desapegarnos y vaciarnos de todo ello. El proceso de salir, de recorrer terrenos no transitados, de ir por caminos impenetrables es el proceso de salir de nuestras cosas comunes, de arriesgar cambiar, de iniciar una práctica que nos conduce a la oscuridad y la perdida. Para encontrar hay que perder. La crisis, la noche, y el no saber es el camino necesario. Este camino es de perdida y pobreza. Es camino de humildad y oscuridad, necesaria para la tarea de despojamiento que es necesaria. Caer en perdida, sentirse desorientado, y experimentar la aparición de los fantasmas que nos han perseguido en nuestra vida es la experiencia del practicante al principio del camino. Esta es la razón de que muchos desistan y se cansen, ya que esta situación puede durar muchos años: “…mi fuerza flaquea y mi vitalidad se agota…” Es un proceso de depuración y de aceptación de la búsqueda, que implica no tener nada seguro, aceptar la incertidumbre, practicar sin descanso, y aceptar el salto de fe y de voluntad que implica. La duda es nuestra compañera y el proceso es oscuro. Se suceden retiros, tiempos de silencio, momentos en que parece que descanso para en seguida volver a no ver, a dudar de la existencia y sus valores, a sufrir por la evolución de la vida y de mi vida, y a no llegar a ninguna parte. El proceso de vaciamiento puede sonar romántico, pero es un proceso real, duro, que pasa por la depuración del carácter, de las emociones y de la forma de pensar, por la desidentificación de seguridades, y por no querer retener nada, por respetar el cambio que pasa ante nuestros ojos, y por dudar de nuestra propia identidad. Es el proceso de las tres nadas de Juan de la Cruz y del Maestro Eckhart. En la práctica es necesario también suspender los sentidos, dejar de seguir el flujo mental, aceptar la quietud y el silencio radical, cada vez quedándose con menos, teniendo menos y siendo menos, hasta convertirse en un punto oscuro que clama en medio de la oscuridad del ser. Es la preparación para la búsqueda de quien ya esta, del buey blanco
II.- Descubriendo las huellas
Las huellas de nuestro ser esencial de quien realmente somos se encuentran por todas partes, en toda experiencia, en toda realidad: “bajo los arboles… en el fragante pasto… en lo profundo de las lejanas montañas…no pueden ser ocultados…” No están especialmente en lo alto de una montaña sagrada, ni en estados especiales de meditación, ni en momentos de éxtasis, sino que se encuentran en los acontecimientos ordinarios, en los momentos comunes. El descubrimiento de las huellas no es por tanto algo extraordinario y diferente. Es por fin ver directamente para encontrar el signo de lo eterno en cada ocasión. En la practica de la meditación nos encontramos en ocasiones en estado de profunda absorción y recogimiento, que puede ser un estado de samadhi y de focalización interior. En ese estado experimentamos algo como en penumbra, como intuyéndolo, que es el significado que transciende todo significado. En ese instante nos hemos puesto ligeramente en contacto con nuestra realidad no egoica. En ese momento no hay ego, no hay alguien meditando , solo hay ese momento. Esa experiencia es la que nos permite ver el rastro de ese algo en cada experiencia cotidiana, de forma que solo en lo concreto, no en el concepto, podemos ver y comprender. No nos valen las generalizaciones o interpretaciones de la realidad. Es solo en la experiencia directa de la realidad concreta, del momento, en que esto es posible. Sin embargo la practica continuada del silencio, del vaciamiento y despojamiento, es la preparación necesaria. Para poder ver de verdad, para percibir el trasfondo, es necesario liberarse de nuestras anteojeras, es necesario salir de los lugares comunes, y avanzar sin cansancio en caminos no transitados, en lejanas montañas y valles, en el centro de nosotros mismos. Por eso ahora comprendo que “…de mi mismo surgen miriadas de paisajes…” A partir de esta experiencia , que no es todavía haber despertado, pero si intuir, a veces por un instante, a veces por una situación, ese algo que hay ahí, que no se definir pero que me llama y me da significado, el alma se aligera, el camino de vaciamiento que he iniciado se refuerza, pues no hay nada a lo que apegarse, no tiene sentido dejarse atrapar por uno mismo, y se camina con mayor ligereza, y con una alegría de trasfondo cumpliendo con nueva intención las recomendaciones de “La Nube…”:
… Pero aprende a permanecer en esa oscuridad. Vuelve a ella tantas veces como puedas, dejando que tu espíritu grite en aquel a quien amas. Pues si en esta vida esperas sentir y ver a Dios tal como es, ha de ser dentro de esta oscuridad y de esta nube. Pero si te esfuerzas en fijar tu amor en él olvidando todo lo demás -y en esto consiste la obra de contemplación que te insto a que emprendas-, tengo la confianza de que Dios en su bondad te dará una experiencia profunda de sí mismo. … por muy sorprendente que resulte, esa “nada” en la que no se distingue ninguna cosa concreta, ilumina situaciones y cosas de la más diversa índole. Lo oscuro no se puede separar de lo claro, ni lo igual de lo diverso o diferente
III.- Encontrando al buey
El encuentro del buey es la apertura a otra forma de comprender, el inicio de una nueva forma de vivir basado en la experiencia sin identificación egoica. Es una vivencia transpersonal que se encuentra en cualquier momento, con cualquier actividad cotidiana: la comida, el caminar, un sonido, un soplo de viento, el ruido de la naturaleza, el brillo de una cuchara. En esa experiencia de pronto se percibe todo de forma diferente, se siente la realidad unida de la que formamos parte, y se comprende por fin de que va nuestra existencia. Se percibe realmente “la suavidad del viento y el verde de los alamos de la ribera…”. Esa percepción es distinta y completa, y al tiempo es como experiencia no duradera. Volvemos a nuestra conciencia egoica. Hemos despertado por un momento y después volvemos a dormirnos. Pero todo es diferente al tiempo. En ocasiones esta visión produce un impacto muy fuerte que hace sentirnos nuevamente ciegos. Es la ceguera de la esencia. Solo queremos contemplar las cosas y los seres, vivir la realidad momento a momento. Con esta experiencia comienza una nueva tarea en nuestra vida, vivir desde ella, vivir incorporando la misma en nuestro quehacer. La experiencia del despertar es una experiencia de comunión que solo es posible cuando nuestra identidad se ha perdido, cuando el ego cae y se olvida. A partir de aquí sabemos que pertenecemos, que formamos parte y somos todo, y que nuestro origen es el de todas las cosas eterno y no separado. ¿como será nuestra vida a partir de vivir el despertar? ¿como construiremos el mundo desde esta perspectiva? Pues ya somos testigos de lo eterno.