El Yeoshua Histórico. ¿Cómo recuperar su mensaje?

¿Quién era realmente Yeoshua? ¿Cuál fue su mensaje y qué transcendencia tuvo para la evolución del género humano? Yeoshua ha sido secuestrado para nuestra visión, habiendo llegado a nosotros una teología tal y como la vivieron y la recrearon en función de sus necesidades apostólicas la primera y segunda generación de discípulos, y particularmente los acontecimientos que ocurrieron hasta el siglo IV en que la religión naciente se convirtió en una religión de estado.

Hoy sabemos que una parte muy importante de lo que hemos recibido escrito en los evangelios canónicos es una reelaboración en función de necesidades teológicas y no corresponde a la verdad histórica. La forma en la concebían los redactores de estos evangelios la historia es diferente a la nuestra, y no tenían problemas en poner en boca de Jesús lo que ellos creían como verdad religiosa. Los evangelios fueron escritos varias décadas después de que ocurrieran los hechos y muchos autores valoran que hasta el 78% de lo que refieren no corresponde a la verdad histórica, y son reinterpretaciones que no necesariamente corresponden tampoco al espíritu.

Marcos escribía para los conversos de Roma entre los años 60 y 70, y su intención fue fundamentar las tesis del cristianismo jerárquico (paulino naciente) sin entrar en conflicto con la cultura romana. Presenta un Jesús con una experiencia extraordinaria a partir del bautismo de Juan, pero explicada en términos más humanos que los demás evangelios. Por motivos políticos acusa al pueblo judío de la muerte de Jesús e intenta excusar a los romanos

Mateo escribe para los judíos conversos de habla griega, por lo que su objeto es demostrar como Jesús cumplió con las promesas que le reivindican como el Mesías que había de venir. Sus tesis son antipaulinas, y se esfuerza en demostrar el cumplimiento de la Torah. En relación con la muerte de Jesús actúa de forma similar a Marcos

Lucas, que se presenta como historiador, realmente es un apologista de la teología paulina en su doble obra, el evangelio y los Hechos, escritos para los cristianos de habla griega no judíos. Lucas recalca mas la teología de la glorificación y resurrección frente a la teología paulina del sacrifico redentor de Pablo.

El evangelio de Lucas y el de Mateo, posterior al de Marcos en al menos 20 años, recoge este como fuente, con algunas variaciones, y además recogen una fuente común , previsiblemente escrita en torno al año 50, que se ha mencionado como fuente Q, y que es un evangelio de dichos, no cronológico, y por tanto previsiblemente la fuente más antigua que en su casi totalidad ha podido ser reconstruida, y escrita en fecha similar al escrito cristiano más antiguo, la carta a los Tesalonicenses de Pablo.

En el hallazgo de Hag Hamadi, en que se encontraron en 1945 hasta 1100 rollos de pergamino correspondientes a copias de evangelios escritos en copto, sobresale el evangelio de Tomas, que puede homologarse como evangelio de dichos a la fuente Q. El evangelio de Juan, escrito en Siria como ultimo evangelio entre los canónicos, en torno al año 100-110, es el de mayor elaboración teológica de los cuatro, y tiene cierta influencia gnóstica

Existieron hasta un total de 180 escritos evangélicos, cada uno con diferentes influencias, que convivieron durante el siglo I y II, hasta que a partir de Ireneo a finales del siglo II, la fracción jerárquica del cristianismo, dominante sobre las demás, seleccionó los cuatro conocidos como canónicos a los que consideró verdaderos en toda su extensión, mientras condenó y mandó destruir el resto, proceso que quedó culminado a partir del siglo IV.

Son dignas de mención durante este proceso la secta de los Nazarenos, liderada por Santiago, el hermano de Jesús hasta su muerte en el año 62, las diferentes sectas de influencia gnóstica, valentinianos, carpocracianos y otros,  en las que hay que inscribir la influencia de Tomas, de Felipe y otros, y la secta jerárquica, liderada por Pablo, a la que se adscribió posteriormente Pedro, que acabó dominante, prohibió las demás, desarrolló el proceso dogmático de la Iglesia, y escribió el primer catecismo cristiano, o “doctrina de los 12 apostoles”, Didajé o Didaché, además de fijar la teología paulina recogida en las cartas de Pablo de Tarso.

¿Cómo encontrar en medio de esto la historia perdida? ¿Cómo reconocer al maestro original? Este es el resultado de un proceso de búsqueda del Jesús histórico que ha tenido varios periodos en los últimos tres siglos :

La antigua búsqueda (First Quest) Este periodo se extiende de 1778 hasta 1953. Se considera que la obra de Hermann Samuel Reimarus, publicada póstumamente en 1778 por su discípulo Gotthold Ephraim Lessing (Von dem Zwecke Jesu und seiner Jünge, Berlin 1778), es la que marca el comienzo de la Antigua búsqueda del Jesús histórico. Este periodo está protagonizado por la teología protestante alemana y por el racionalismo ilustrado alemán.

La nueva búsqueda (Second Quest) surge como reacción al escepticismo promovido por Rudolf Karl Bultmann, que originó un periodo intermedio denominado por algunos autores “no búsqueda” (no quest). Son los propios discípulos de Bultmann los que exponen la importancia de acceder al Jesús de la historia. Proponen no excluir el kerigma de la iglesia primitiva sino precisamente partir de él para intentar retroceder hasta el personaje que lo originó. A diferencia de la antigua búsqueda del Jesús histórico, esta nueva etapa no está protagonizada en exclusiva por los teólogos protestantes alemanes, sino que a ellos se unen teólogos católicos. Es Ernst Käsemann, discípulo de Bultmann, quien establece el inicio de la Nueva búsqueda, en una conferencia dada el 20 de octubre de 1953

La denominada Tercera búsqueda del Jesús histórico (Third Quest) fue propuesto por Stephen C. Neil y Tom Wright en 1988, aunque se considera que sus planteamientos se venían forjando desde 1965. En esta nueva etapa se rebasan los ámbitos de la filosofía y la teología, dando entrada a numerosos estudios de diversos campos: sociología, psicología, historiografía, arqueología, etc. Este periodo es en el que nos encontramos ahora.

El problema de la búsqueda histórica es que al suprimir la interpretación teológica, el historiador no logra ver a Yeoshua desde dentro, sino desde fuera, a través de la interpretación cognitiva de los hechos, y por tanto corre el peligro de racionalizar el mensaje. Otro problema son las proyecciones estereotipadas de los propios autores que han dado lugar a perfiles parciales de Jesús, como maestro de sabiduría, profeta itinerante cínico, reformador social, mesías espiritual, profeta escatológico, etc. cayendo en cierta manera en los errores que atribuyen a la tradición teológica. Por tanto es difícil guiarse en este escenario borroso, en el que el mensaje debiera aparecer claro.

Por un lado hemos de considerar aportaciones teológicas las aportaciones post-pascuales al mensaje original, interpretándolos en el mejor de los casos como los impactos que el mensaje de Jesús tuvo en la primera y segunda generación de sus seguidores tras su muerte, pero no como el mensaje original de Jesús. En segundo lugar deberemos quedarnos con lo que supone un cierto consenso, relativo, sobre lo que probablemente Jesús dijo e hizo, y por último tratar por nuestra parte de ver la historia desde dentro, desde como él mismo la vivió, en su contexto e intenciones, qué sintió y qué vivió. Con ello empieza a surgir una imagen, que puede ser también la proyección de nuestras creencias actuales, pero que entendemos que si corresponde a  un proceso que ha resultado universal en los grandes mensajeros que realizaron su recorrido humano hasta una conciencia unitiva.

Este es el resultado, en el que no realizaré análisis exegético, ni discusión académica, sino que mostraré la síntesis a la que yo he llegado, que puede o no ser aceptada. El primer proceso, vaciar a Yeoshua de la teología cristiana, es dramático, ya que significa que debemos dejar aparte todo aquello que fue la interpretación diversa de siglos posteriores. Es necesario tener en cuenta que de lo que quiero desnudar la figura del maestro es de la interpretación del cristianismo paulino, que se impuso sobre otras y no siempre de forma pacífica.

Por ello esto significa que ponemos en tela de juicio la divinización de Yeoshua como Cristo redentor, la segunda persona de la Trinidad, preexistente en su naturaleza divina antes de su condición humana, hijo unigénito del padre, y de naturaleza divina diferente y separada al resto de los seres humanos. También ponemos en cuestión el mensaje de Cristo como el mesías doliente, cuya función en la tierra es redimir al género humano de sus pecados a través de su sacrificio en la cruz, voluntariamente aceptado y predicho. Tampoco aceptamos que Jesús vino a establecer un nuevo camino de salvación, único verdadero, que viene identificado por el bautismo cristiano y la adscripción a la Iglesia que se defiende que fundó originalmente, aceptando plenamente sus dogmas y su infalibilidad en asuntos de fe.

Por tanto esto significa dejar en cuestión el Credo de los apóstoles y situarnos al margen de la interpretación ortodoxa de la fe cristiana. Con qué nos quedamos al hacer este salto. Nos aparece un hombre extraordinario, que reaccionó a su medio en función de una profunda conversión interior, que alcanzo un nivel avanzado de conciencia, y nos dio ejemplo de vida, como profeta de transformación de las condiciones de vida de su tiempo. Pero no es una figura atemporal o transtemporal. Es la historia de una aventura humana, que partiendo del mismo lugar que todos nosotros, se convirtió en historia divina, a través de sus decisiones vitales.

Está es su historia: Jesús o Yeoshua (Joshua), fue un hombre nacido en Nazaret entre el año 6 al 4 anterior a nuestra era, en el seno de una sociedad rural, formada por las aldeas desperdigadas en torno al llamado Mar de Galilea, y de una familia humilde sin medios económicos consistentes, cuyos miembros se empleaban como artesanos o “arregladores”, en las tareas domesticas o en el campo. Este origen contrasta con lo que hemos aprendido de la teoría oficial sobre él.

Su madre, Miriam, desposada con Josef,  era una judía humilde y devota fiel a las tradiciones, que tuvo ocho hijos, siendo Yeoshua el primogénito, con cuatro hermanos varones, Santiago, José, Simón Y Judas y tres hermanas. Ni su madre era virgen, dejando aparte el aspecto espiritual o simbolico, ni él nació en la ciudad de David, Belén, sino en un poblado pequeño desconocido en las escrituras previas, Nazaret, en la encrucijada de la ruta comercial mediterránea, cercana a Seforis y Tiberiades, ni su nacimiento fue anunciado por ángeles o pastores, ni recibió visita de magos de oriente. Su origen fue humilde y oscuro, su familia fue tradicional y judía, viviendo en la Galilea rural, en el que los cruces de pueblos eran frecuentes, y el carácter rebelde y libertario frente a la dominación romana encontró su cuna. Como judíos, practicaban devotamente y participaban de las esperanzas mesiánicas de su pueblo, que a algunos de sus coetáneos les había llevado a optar por movimientos de rebeldía violentos contra el invasor romano, incorporándose a la secta de los zelotas, y a unos pocos a refugiarse en el desierto, en espera de la llegada del Mesías.

Jesús participaba de estas esperanzas, y tenía los ojos bien abiertos a las condiciones de vida de de las gentes de los pueblos y villas de su entorno. Sabiendo que la esperanza de vida en aquel tiempo era en torno a los 45 – 50 años, Yeoshua pasó la mayor parte de su vida en forma oscura y sin distinción.

¿Qué pasó en esos largos años? Lo normal es que estuviera atado a las tareas manuales, fuera un artesano que se empleaba en las poblaciones cercanas, incluyendo la reconstrucción de Seforis (destruida por los romanos cuando Jesús tenía tres años), viviera las penurias de los braceros, los trabajadores del campo, y las condiciones de la población humilde de la Galilea rural. Es posible que como primogénito recibiera alguna instrucción especial sobre las escrituras, y que supiera leer y hablar no solo el arameo natal, sino el hebreo, al menos de forma primitiva, aunque él se expresaba en arameo

Las costumbres judías eran terminantes en favorecer el matrimonio y la creación de familia entre los 18 y 20 años de los judíos varones, hasta el punto de decir que quien no siguiera ese camino “no merece ser llamado hombre”. Por tanto lo normal es que Yeoshua se casará a esa edad, aunque no existen datos en absoluto. Si hemos de seguir los textos apócrifos (Evangelio de Felipe, Pistis Sophia, evangelio de Maria Magdalena) y lo que se intuye en los canónicos, mantenía una relación especial con Mariam, que era de compañera o esposa.

Yeoshua vivió la pobreza de su pueblo, sintió la esperanza mesiánica, y rezo mucho tiempo por la venida del Mesías. Por su comportamiento posterior intuimos que tenía inquietud en su corazón, y deseaba contribuir a solucionar el estado de opresión y miseria en que los romanos y la aristocracia local sometían al pueblo. Este sentimiento debió ir creciendo lentamente dentro de él, aunque se manifestó tardíamente. Solo dio el paso que le llevo a la transformación, cuando ya era hombre maduro para los estándares sociológicos de entonces.

Con edad en torno a los 30 años, oyó hablar de Juan El Bautista, que predicaba la conversión y el bautismo, como forma de preparar el camino a Quien había de venir, siguiendo la profecía del profeta Malaquias, “Mirad, yo envío mi mensajero a preparar el camino delante de mí” (Malq 3,1). Decidió entonces abandonar la casa familiar, y siguió durante algún tiempo los caminos de Juan, del que recibió el Bautismo, en el rio Jordán. Fue discípulo de Juan durante un tiempo, bautizando el mismo y siguiendo lo que Juan predicaba. El pueblo debía hacer penitencia y conseguir el perdón, reconstruir la alianza con Dios y entra de nuevo renovado en la tierra prometida. El mensaje era escatológico e indicaba un nuevo tiempo que habría de venir en el futuro, en un nuevo forma de vivir bajo la justicia y la paz del Reino de Dios.

Sin embargo, pronto se separó de El y formo su propio grupo de seguidores, y en vez de quedarse en el desierto, llevando una vida de penitencia y de depuración, se mezcló con la gente, y comenzó a predicar entre las aldeas del lago, rehuyendo expresamente los ambientes urbanos de las cercanías, de Séforis y Tiberiades. El mensaje de Yeoshua se distinguió por la inmediatez de la venida del Reino, y por superar el tiempo de penitencia y búsqueda del perdón por la celebración del nuevo tiempo, por salir del desierto y habitar la tierra, participando de la vida del pueblo y realizar la transformación desde ella Durante su estancia en el Jordán y su ayuno en el desierto, experimentó una transformación espiritual intensa, que le hizo sentir el aliento de Dios en su interior, y que le lleno de pasión por el Reino de Dios.

Profundamente influido por el mensaje de transformación y conversión que predicaba Juan, lo transformó con el anuncio de que “el Reino de Dios está ya aquí”. Su declaración es fruto de una profunda vivencia interior. Esta transformación fue experiencial y no teórica,  descubriendo su unidad intrínseca con lo divino, de igual manera que la vio en el seno de todos los seres vivientes. El meollo de su mensaje y su forma de vida se basaba en este cambio fundamental, que le llevó a abandonar definitivamente su casa y a situar el centro de su actividad en Cafarnaúm, un pueblo bastante mayor que Nazaret y en una posición muy favorable para acceder como predicador ambulante a las poblaciones cercanas.

Así pues, todo el mensaje de Jesús parte de una profunda transformación personal, y conversión del corazón que se produjo en este tiempo. La radicalidad y la frescura de su mensaje, permite intuir un profundo proceso interior que marca un antes y un después a partir del desierto Su mensaje y su dedicación eran expresamente dirigidos a los pobres y marginados, rompiendo frontalmente con la orientación de intereses de casta de los fariseos, y de la búsqueda del poder de los saduceos o los herodianos. Fue un líder profundamente popular. Era un  profeta cuya misión iba dirigida a la liberación de los pobres de Galilea, con la recuperación del espíritu de la ley y la alianza con Dios.

Donde Juan sobrecogía con su diagnostico radical y la necesidad de disciplina y penitencia para la conversión, Yeoshua seducía sobre la figura divina como un Padre misericordioso que provee por todos, incluyendo los más pequeños.  Conscientemente buscó y defendió a los marginados de la sociedad, los pobres del campo, los humildes, los pecadores. Se le veía rodeado de publicanos y prostitutas, de vagabundos y maleantes; abrazaba y bendecía a los niños y tocaba y se acercaba a los leprosos. Se dirigía al pueblo llano con bellas parábolas, basadas en las costumbres de la gente sencilla del campo.

Hablaba en un lenguaje profundo que todos entendían, directo y con la intención de llegar al corazón. Hablaba con autoridad por sí mismo, como el que conoce desde la evidencia. Sus palabras eran coherentes con sus actos, llenos de amor y compasión. Yeoshua descubrió el espíritu de la Torah y anunció su cumplimiento completo, pero rompió con el régimen de normas y condiciones con los que la aristocracia religiosa cargaba al pueblo. No respeto las normas de pureza y limpieza ritual, se mezclo con los que la pureza de los fariseos separaba socialmente, recupero la igualdad de la mujer en la sociedad, no respeto el sábado, ni tuvo en cuenta el Templo como centro de la vida de los judíos. Denunció la opresión del pueblo, y arremetió contra los que le robaban y oprimían. Su mensaje era claro y radical, y se entronca claramente en la visión de los profetas mesiánicos.

No es el apaciguador doliente que no se enfrentaba, sino que su propuesta espiritual y social era de un visionario en acción, estableciendo una revolución de las costumbres y las relaciones entre las personas como base de su mensaje. El centro de su mensaje era la venida del Reino de Dios, concebido como una nueva sociedad en este tiempo, resultado de la transformación de las condiciones personales y sociales, y que precisaba de un proceso de conversión y revelación que cambiaría el corazón del hombre, comparándolo a un nuevo nacimiento espiritual, por el que valía “vender todo lo que se tenía” para obtenerlo.

Comparó el Reino de Dios con una joya escondida, con un campo valioso, con la siembra, con la pesca, con un tesoro escondido, con la levadura, con la ceremonia de la boda, con una comida familiar. Su visión de una transformación individual y social, de origen y contenido espiritual, que permitiría la liberación de la condición humana, le alejó de las pretensiones políticas de lucha armada contra la opresión romana de muchos de sus coetáneos, y de los que pretendían preparar la venida del Mesías con depuraciones rituales y sacrificios. Su visión de la transformación a realizar era interior, y significaba “ver” al Reino de Dios que “ya” estaba en medio de todos y dentro de cada uno.

Esta conversión o metanoia, fue interpretada por sus seguidores como la venida del Espíritu de Dios (El Espíritu Santo). Como profeta del Reino, Jesús proponía una conversión de los pecadores, del perdón de las ofensas, del amor a todos, incluyendo a los enemigos, dando un sentido totalmente nuevo a la transformación divina del corazón humano, de forma que se crearan nuevas condiciones para las relaciones sociales, basadas en el amor, la compasión y la justicia.

Jesús habló poco de sí mismo. No se  nombró a si mismo Mesías aunque a la postre acepto la misión de Mesías espiritual que anunciaba la instauración del Reino divino. No se consideró a sí mismo de naturaleza divina o mensajero desde el seno de Dios. No entró en definiciones filosóficas sobre la ley de Moisés o sobre interpretaciones teológicas, sino que adoptó un lenguaje sencillo que todos entendieran sin pretensiones ni intentos de asumir más autoridad intrínseca que la propia expresión del mensaje, y se dirigió a todos a través de su comportamiento, que era ejemplo de vida, y que fue definitivamente provocador con las costumbres de su tiempo. Acudió con las manos abiertas a todos los que tenían necesidad, y se hizo defensor de todos los que eran agredidos o de los que eran abusados, de los que sufrían por cualquier motivo.

Como predicador itinerante recorrió los pueblos de Galilea, a veces Judea y otras localidades, como Fenicia y la Decapolis, durante un máximo de tres años. Rompió las costumbres sociales de su tiempo, aceptando a mujeres como discípulas e incluso haciendo a una de ellas, Maria de Magdala, como su primera apóstol. Defendió a los niños, a los débiles y vulnerables, a las viudas y a los marginados; se dedicó a atender a los enfermos y a los que sufrían.  Cuando quiso resumir su mensaje se centró en lo principal: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”. 

La nueva relación se resume en la parábola del hijo prodigo. Su concepto del amor es práctico, más que palabras es compadecerse del que sufre, perdonar al que nos ofende, ayudar el que necesita, dar de comer y de beber al hambriento y al sediento… Fue un sanador y un terapeuta extraordinario. Su poder de sanación procedía de su centro espiritual. Sanaba con sus manos, con su palabra, con su presencia, con su ropa o con su saliva. Emanaba de él una fuerza sanadora. Observó el sufrimiento humano, de cuerpo y espíritu, y se dirigió integralmente a la persona, (“¿qué es más fácil, decir tus pecados te son perdonados o levántate y anda?…). Mostró la compasión por todos como norma de conducta. Allí donde llegaba, sanaba a los enfermos y a los que sufrían por diversos motivos. Evidenciaba sus sanaciones como signos verificadores de su mensaje, si bien se resistió a demostraciones de fuerza o de poder. La superación de la enfermedad y de la penalidad humana era para él signo de los tiempos, de la transformación que se avecinaba. La superación de la opresión del hombre por el hombre, y la búsqueda de una sociedad solidaria con quien tiene necesidad, basada en el amor fraterno, era su punto de partida. En el corto periodo de su predicación, atrajo un tremendo interés popular en Galilea, siendo seguido por muchos discípulos y por muchedumbres que acudían a oír su mensaje.

Reunió en torno a si un movimiento popular, al que proponía la conversión personal y la renovación de la Ley Mosaica, rompiendo con los ritualismos y basando la vida personal en el perdón y la compasión. Denunció el orden injusto establecido, la imposición de yugos doctrinarios y normas que no transformaban el comportamiento humano hacia la compasión, y predicó una nueva forma de ver las cosas y las relaciones entre los hombres. Su mayor definición fue alcanzada en el discurso del Monte, de las Bienaventuranzas: Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios. Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados. Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis.

Con ello estableció un horizonte de esperanza para todos los que sufren, y generó una profunda animadversión entre los poderosos. En ese sentido se inscribió en la línea de los profetas de la tradición judaica, y propuso una renovación plena de la Torah, yendo más allá de sus normas; su propuesta fue entendida como la instauración de una forma de vivir más justa y armoniosa entre los hombres,  basada en el amor y en la desaparición de la injusticia y la violencia de unos hombres contra otros. Su posición frente a la mujer fue calificada de escandalosa en su tiempo. Consideró a la mujer en igual condiciones de derechos con el hombre, admitiéndolas entre sus íntimos y discípulos. Si bien es muy posible que se mantuviera célibe, manifestó su respeto por la condición femenina y por las relaciones de amor que celebró, y concedió a algunas de sus miembros  un mayor grado de confidencia y de autoridad .

Una vez aceptó en sí mismo la asunción de ser el Mesías del pueblo, del pueblo pobre y oprimido de Israel puso en marcha el desarrollo de acontecimientos que llevarían a la instauración repentina del Reino de Dios, tanto como revulsivo interior en todas las personas que le oían, como transformación social, que llevaría a una nueva relación de poder, eliminando la opresión de la casta religiosa y la autoridad civil. Esta manifestación mesiánica se inició públicamente con su entrada triunfal en Jerusalén, con la aceptación de su unción en Betania, con sus actos en el Templo, e iba a culminarse en la Pascua con una nueva manifestación que no conocemos.

Esta fue abortada con su prendimiento. Su pasión y muerte es el fracaso de su iniciativa, si bien no de su mensaje. La intervención extraordinaria de Dios que Jesús esperaba no se produjo Su visión de una nueva alianza entre Dios y los hombres, le generó gran confrontación con la clase religiosa dirigente, a la que acusó de ser ciegos guiando a ciegos. Finalmente entró en crítico conflicto con las autoridades religiosas judías, durante la fiesta de la Pascua en su última subida a Jerusalén. Fue apresado y entregado a la autoridad romana, posiblemente en el 7 del mes de Nisán (Abril), víspera de la Pascua Judía, del año 27 o 28 d.C., que le crucificó como sedicioso. Sus discípulos, aunque inicialmente se dispersaron y huyeron a Galilea, en confusión y desesperación tras su muerte, posteriormente volvieron a Jerusalén predicando públicamente y con gran coraje que “Dios había resucitado a Jesús de entre los muertos” al tercer día.

Es de gran importancia entender las claves del mensaje de Yeoshua, que no puede ser descontextualizado. Su punto de origen es una transformación interior, que se dio y se alimentó en el silencio, lo que ha de entenderse como un proceso místico que le llevo a una conciencia unitiva con su naturaleza divina, que en el contexto cultural en el que vivía la mencionó como su unidad intrínseca con el Padre. Su transformación no se quedó en un movimiento interior que le convirtió en un Maestro de Sabiduría, sino que le hizo calzar las sandalias del profeta y dirigirse a los pobres de Galilea con un mensaje de liberación y transformación social, dando ejemplo consistente de vida, hasta el punto de una confrontación definitiva con el poder religioso y civil que le costó la vida. Por tanto Yeoshua es el arquetipo del contemplativo en acción.

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2 respuestas a El Yeoshua Histórico. ¿Cómo recuperar su mensaje?

  1. Chanti la Mui dijo:

    Acabo de escuchar la charla "El Yeoshua histórico",
     ubicada en esta URL: http://www.ivoox.com/podcast-espiritu-zen_sq_f118587_1.html# , 
    correspondiente a: "Charla de Febrero de 2010 dentro del ciclo sobre Jesus de Nazaret en el grupo de Contemplkación de Madrid de Espiritu y Zen. Trat a sobre la busqueda actual del Jesús historico "                     
     
    Tengo la sensación de que fo está la conferencia completa.
    Sospecho que esta falta es bastante signficativa.
    Quisiera poder escucharla toda al completo.
    Les ruego que me indiquen la forma de conseguirlo.
    Gracias.
    Chanti la Mui

  2. admin dijo:

    Esta charla esta incluida en un libro pendiente de edición que se titulará "Los koans de Jesús de Nazaret". Por ello no puedo ofrecer mas material que el que aparece en este articulo. Cuando esta edición esté disponible, en papel y en e-book, se anunciará en esta web. Gracias por el Interes. Pedro

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